Estaban dos compadres sentados en medio de la milpa platicando acerca de la necesidad de contar con un médico de cabecera en la clínica porque las familias están teniendo muchos niños. Y mientras platicaban seguían sembrando los granos de frijol porque dentro de un mes va a llover y se requiere que los brotes ya estén afuera del surco. Y en efecto dentro de un mes llovía. Y la cosecha rendía. Tanto que colaboraban con ayuda económica para que hubiera un doctor de planta en el ejido. Y mientras los muchachos crecían y los mandaban los papás a la escuela las parcelas seguían produciendo. Y el agua, después del riego, la guardaban en aljibes. Nunca faltaba el agua en el rancho.
Pero en la gran ciudad, distante a pie y más o menos cercana en bus, la gente seguía aumentando. Venían de otros estados, no solo de los ranchos de Nuevo León, en busca de la codiciada pepita de oro, es decir, trabajo y buenos salarios. Las empresas se instalaban cada día y requerían trabajadores. Y qué mejor que la gente de Nuevo León que es harta trabajadora. Pero al llegar a la ciudad requerían casa, transporte, seguridad, agua, luz, energía. Un presente estable, un futuro prometedor.
Pero la gente seguía y seguía llegando de todas partes, a cualquier nivel. Para nadie es un secreto que la comunidad de norteamericanos en Monterrey es muy grande, igual que la árabe, la judía, la china y ahora la coreana. Así hay comunidades mixes, huicholes, oaxaqueñas, etc. Y entonces, para los trabajadores no hay un futuro prometedor porque las empresas ya ofrecieron todos sus puestos. Y se crean las colonias periféricas, los cinturones de miseria, la pobreza urbana, la inseguridad y la falta de agua. Y entonces estamos como estamos.
Ahora con el mismo esquema se espera la llegada de más y más empresas, gracias a las gestiones del gobernador Samuel García, que busca en todo el mundo la inversión extranjera para satisfacer la demanda de mano de obra y responder a las necesidades de la población. Pero es tanta la gente que lo anterior suena como un sueño. El crecimiento demográfico no tiene control. Y por lo tanto la demanda de servicios es estratosférica. No hay recursos para eso. Nuestro preciado recurso, el agua se ha acabado.
Entonces estamos ante un grave problema: o se controla la población mediante algún método que no afecte los derechos humanos o de plano llegaremos al mundo de Mad Max o Mundo Acuático. Estamos ante la misma situación de los setentas, con la expansión empresarial criolla y norteamericana que dio auge al capital de Nuevo León y a la vez propició la proliferación de colonias marginales.
Para corona del gobernador Tesla, el gigante de los autos eléctricos, ya está aquí. Y pronto llegará el gigante coreano, turco, hindú. Por lo tanto arribará más gente, de aquí, de allá y de acullá. Y el terreno donde está asentada el área metropolitana de Monterrey será insuficiente y se comerá otros terrenos. Sin duda Higueras y Montemorelos y Linares pasarán a ser parte del área metropolitana.
Y desde luego no habrá servicios básicos que alcancen. No hay agua. Si las presas no dan abasto a la población actual, menos lo harán si hay más gente. Además, las empresas que se van a instalar en nuestro territorio requerirán sin duda alguna de agua. Y si ahorita no hay para tomar, entonces qué se puede esperar el día de mañana.
Es necesario tomar conciencia. Las autoridades olvidando sus triquiñuelas y separando lo político de lo ejecutivo. Y la ciudadanía siendo solidaria. De lo contrario estaremos como los dos compadres que en su milpa platicaban mientras sembraban.