Acuérdate de Acapulco

En medio del caos, lo más crucial es asegurarse de que los datos reportados sean precisos, confiables y no "otros datos"; con información errónea

Esa noche, en la penumbra que cubría la bahía de Acapulco, el faro del puerto se erguía como un guardián impotente ante el caos que se avecinaba. Los aullidos del viento y los rugidos del oleaje presagiaban la tragedia que se gestaba en la oscuridad. En menos de doce horas, la tormenta Otis se despojó de su aparente calma para convertirse en un huracán de categoría cinco. El estruendo de la naturaleza sacudió la ciudad y dejó su huella destructiva en cada rincón.

Las palmeras, antes elegantes guardianes de la playa, ahora se retorcían y eran arrancadas sin piedad. Los hoteles, testigos mudos de innumerables historias de sol y diversión, quedaron semidestruidos, sus estructuras luchando contra la furia de Otis. Negocios y casas se vieron afectados, sus paredes mostrando las cicatrices de la tormenta. La ciudad quedó sumida en la oscuridad, sin agua ni electricidad. La naturaleza se había rebelado contra el paraíso de Acapulco, y el paraíso estaba sufriendo.

El estado de Guerrero, que ya enfrentaba problemas de inseguridad y atención de servicios públicos, se convirtió en el epicentro de la tormenta. Otis se ganó su lugar en los libros de historia como el huracán más feroz que jamás azotó el puerto. Las autoridades reportaron inundaciones, deslizamientos de tierra, cortes de energía y daños materiales. La tragedia no se limitó a la pérdida de bienes, cobró también un alto precio en vidas humanas, con al menos diez personas muertas y veinte heridas. Aunque no se ha calculado el costo económico exacto, se estima en miles de millones de pesos

En medio del caos, lo más crucial es asegurarse de que los datos reportados sean precisos, confiables y no "otros datos"; con información errónea. La ayuda del gobierno federal debe llegar con prontitud a los habitantes de la costa y aquellos aislados en las zonas montañosas o atrapados por caminos destruidos por la furia del huracán.

En nuestras oraciones, pidamos por nuestros compatriotas que han sufrido la pérdida de seres queridos y de sus posesiones. Recordemos la belleza que alguna vez disfrutamos en esa bahía, donde artistas de renombre internacional encontraron inspiración y hogar en medio de la naturaleza sublime. Ahora es tiempo de mostrar solidaridad, instando a artistas, turistas, mexicanos y extranjeros a contribuir económicamente a través de la Cruz Roja u otras organizaciones, para iniciar la reconstrucción del hermoso puerto de Acapulco

Como el legendario Agustín Lara, solía cantar frente a su hermosa bahía en su piano de cola. "Acuérdate de Acapulco"... de ese increíble lugar y su población que necesitará de nuestra ayuda y solidaridad para renacer y volver a ver sus amanecerse y tardes llenas de vida y colores que recupere todo su esplendor.