Seguramente, cuando AMLO pensó y propuso a Claudia como aspirante a sucederlo, nunca se imaginó que estaría creando su propia versión del Dr. Frankenstein, ahora en mujer, de agradable aspecto, fina inteligencia, de trato amable y sencillo y con un corazón noble que entiende y comprende los problemas de la gente y, sobre todo, del país, al que no sólo intentará construir un segundo piso, sino dotarlo de infraestructura moderna, además de humanismo, que acabe por definir el camino de la 4ª transformación.
Y es que, ahora que fue declarada formalmente presidenta electa, Claudia parece una gigantesca criatura, capaz de tragarse a la oposición de una sola mordida o bien, de poner en su lugar -de un manazo- a sus compañeros de MORENA, que creen que mayoría calificada significa no negociar y hasta devorar a su mismo creador, si es necesario, pues a partir de que se le coloque la banda presidencial, el próximo 1 de octubre, podrá hacer casi todo lo que quiera.
Desde aprobar todo el plan C en el congreso y crear con ello una nueva constitución; pasando por redefinir un nuevo modelo de administración pública, donde se creen nuevas instituciones y desaparezcan algunos órganos autónomos -aunque no sus funciones-; hasta enfrentar al crimen organizado de manera coordinada y efectiva en todo el país, como no quiso hacerlo AMLO, pues su poder será casi sobrenatural.
Ciertamente, hemos creado una monstrua. ¿Será esa criatura un riesgo para México? Si y no.
Sí lo será, si permite que el Dr. Frankenstein siga influyendo en sus decisiones, pues en su obsesión por el poder y el reconocimiento por su obra, querrá -desde su laboratorio tabasqueño- continuar con sus experimentos sociales, aunque él diga que no, pues su espíritu de caudillo puede más que la prudencia política y, aun, científica de la misma Claudia.
Para él, como jefe máximo del movimiento y carismático hombre de la ciencia política, la criatura le pertenece y debe obedecer sus órdenes, sin darse cuenta de que en la perfección de su obra, ella cuenta con inteligencia propia, que la hace cubrir casi todas las formas del conocimiento: la ciencia, la tecnología, la política, la social y hasta el dominio del idioma inglés, que la hará comunicarse mejor con su principal socio comercial y con el resto del mundo, si decide salir al exterior a enfrentar los retos globales, especialmente, el medio ambiente, donde ella también es especialista.
Si así fuera, estoy seguro de que el propio Dr. Frankenstein reconocería -como ya lo ha insinuado en corto-, que ella está mejor preparada que él y que será mejor presidenta, resignándose a cerrar su laboratorio y contarles cuentos a sus nietos, aunque no de terror, pues ya no le gustan.
No, no será un riesgo, si establece su tiempo y espacio propios, no sólo con AMLO, sino con el partido, que han dado muestras de querer ir por el camino fácil de la mayoría calificada. Claudia debe marcar su propia ruta y ritmo de trabajo, para lo cual cuenta con un equipo de especialistas en cada tema. Me parece que, tan inteligente como es, ella ya ha visualizado ese reto, entre la continuidad y la ruptura y, como lo ha insinuado, respetará al presidente hasta el último día de su mandato, para luego cumplir sus prioridades, su programa de gobierno y sus proyectos de trabajo.
De ahí que ella haya aceptado acompañar al presidente en sus giras de fin de semana -sin considerar si quiera el tema de la seguridad, pues tener a dos presidentes juntos siempre será un riesgo-, seguir realizando las mañaneras y las reuniones del gabinete de seguridad, así como apoyar las decisiones del aun presidente, en temas tan candentes como el caso del "mayo" Zambada. Todo ello habla de total lealtad hacia su jefe, cuyo límite -según yo- será el próximo 1 de octubre, cuando reciba la banda presidencial. A partir de entonces veremos a la criatura actuar sola.
Los casi 36 millones de votos obtenidos por Claudia en esta contienda presidencial -seis millones más que el hombre hace seis años-, además de la excelente campaña electoral desarrollada por ella, que poco a poco fue ganando adeptos propios y extraños en su doble lucha por convencer a una sociedad todavía machista de su perfil como política, pero también como mujer, para ocupar el más alto cargo del país, por primera vez en la historia, le dieron la suficiente autoridad moral y respeto para continuar con la obra de la transformación, sin mentores ni tutores.
Paradójicamente, la creación del Dr. Frankenstein se ha convertido en su propia antítesis política, que los hará pasar a la historia de la nueva ciencia política de México como la alumna que superó al maestro desde su génesis.
Es hora de que el Dr. Frankenstein deje escapar a la criatura.
Politólogo y exdiplomático