¿No era previsible que la mal llamada "austeridad" sería, ante una emergencia, un riesgo de perder las elecciones en 2024? Cualquier estudiante de política en primer año de licenciatura lo sabe (las elecciones de 2021 fueron una probadita). Forma parte del ABC de la ciencia política y hasta del sentido común. Si hay libertad, la gente vota en contra del mal gobierno.
Lo más probable es que la élite en el poder sí supiera con certeza que esto podría pasar. A cada catástrofe durante este gobierno le ha sucedido esta consecuencia. Primero fue la pandemia de Covid 19, que tomó desprevenido al sistema de salud en medio de una "reestructuración" draconiana para producir el Insabi, que, como todos sabemos, resultó en una ruina institucional. El Insabi fue cancelado, desaparecido, pero transformado en otra quimera, el IMSS Bienestar, que a duras penas quiere remontar el terreno perdido por las necias e incompetentes medidas en salud tales como desaparecer el Seguro Popular sin tener alternativa al mismo, y otras como desviar masivamente recursos de la administración pública para los programas sociales y las obras faraónicas. En realidad, no ha habido ninguna austeridad, solamente cambio de asignaciones y despilfarro.
Del mismo modo desfondaron el Fonden. Aunque los propagandistas del obradorismo digan que este y otros quebrantos fueron para evitar la corrupción, lo cierto es que la corrupción solo cambió de manos y la situación financiera del gobierno empeoró al grado de que ahora se encuentra en un callejón sin salida. O se endeuda (ver el PEF 2024) o no tiene cómo hacer frente a los requerimientos del país y mucho menos del desastre en Guerrero.
Así las cosas, no es de extrañar que el presidente profundice la defensa a ultranza de sus irracionales medidas y arrecie los ataques contra la oposición y la crítica que se acrecienta con la desgracia acapulqueña. Tiene que ocultar a toda costa que la incompetencia, mala fe y voluntad autocrática están en el origen de los problemas del país, agravados o acrecentados por su gobierno. También tiene que aparentar que la salvación está en él y en su proyecto. Que las filas de servidores desaguando calles con baldes y de soldados pasando cajas de ayuda de mano en mano son acciones de solidaridad para apoyar a los damnificados y no un soberbio ridículo trocado en herramienta de convencimiento de nivel próximo a la imbecilidad.
En medio de la tragedia, el presidente y su gobierno compiten contra su propia ineptitud y para ello usan todos los recursos del Estado. Tratan de impedir que la sociedad civil (tan odiada por López) entable vínculos de solidaridad con los damnificados; todas las acciones de las autoridades están envueltas en las banderas de Morena. Lo más probable es que tratarán de anotarse hasta la rehabilitación —por donaciones del público— de la Cruz Roja, que quedó en ruinas. Propaganda ilegal sin tapujos.
AMLO tiene el poder de la Presidencia y lo usará a toda costa para retener el poder. La tragedia de Guerrero es un episodio más en el desmontaje de la democracia, anulando o aniquilando las instituciones que atienden los problemas y engañando abiertamente a la población. ¿Hasta dónde llevará esta estrategia? Es evidente que no está dispuesto a aceptar el resultado de las urnas. A medida que, como en todo sexenio, los errores del gobierno resalten cada día más en la luz pública, será evidente que no habrá ciudadano con tres dedos de frente que pueda justificar un voto por Morena. Empero, decíamos al principio, "si hay libertad, la gente vota contra los malos gobiernos". La cuestión es si podemos confiar que en 2024 tendremos la libertad para votar como nos plazca y que nuestro voto sea respetado en consecuencia. Los hechos apuntan a lo contrario; López está haciendo ya todo lo posible por violentar el proceso electoral, dejar paralizado al tribunal electoral, desfondar al INE y al Poder Judicial para subir un escalón más en la construcción de una autocracia.