El 11 de septiembre se cumplen 50 años del brutal golpe militar fascista en Chile, cuyo régimen dictatorial no tuvo compasión ni consideración con su pueblo, pues persiguió, encarceló, torturó, desapareció y asesinó por igual hombres y mujeres, la mayoría jóvenes rebeldes e insurgentes.
A medio Siglo de que fuerzas armadas al mando de Augusto Pinochet asaltaron el Palacio de Gobierno de La Moneda y asesinaron al presidente Salvador Allende, nunca debemos olvidar a quienes orquestaron, financiaron y ejecutaron el golpe de Estado para imponer la dictadura militar.
El imperialismo salvaje de ultraderecha que ha asolado a nuestra América Latina, creó en aquellos tiempos las condiciones políticas, sociales y económicas para asestar el golpe de Estado al Gobierno Popular de Salvador Allende y desestabilizar el proceso revolucionario del pueblo chileno.
En 17 años (1973-1990) de dictadura de Pinochet hubo miles y miles de muertos y la represión se aplicó parejo contra familias, estudiantes, trabajadores, campesinos, indígenas, periodistas e intelectuales que consideraba enemigos de su régimen político.
Las crueles, sangrientas e incalificables violaciones a los derechos humanos por parte de los militares, que no solamente traicionaron la confianza del gobierno socialista triunfante de Salvador Allende, sino que se ensañaron en desaparecer todo vestigio de lucha de la izquierda.
Un régimen de terror que masacró sin distingo de raza, religión y clase social, que instaló más de mil centros de detención, oficiales y clandestinos, en edificios de gobierno, áreas deportivas, campos militares y unidades penales y de carabineros para las y los militantes del Partido Socialista, de sindicatos y de comités de defensa de barrios, del campo y de la sierra.
Las consecuencias fueron fatales y el aprendizaje aterrador para miles de exiliados, refugiados y desterrados. El dictador murió en el 2006, sin haber sido juzgado por sus crímenes.
Ante los preparativos para organizar una jornada internacional por el cincuentenario del golpe del fascismo en Chile, habrá que difundir la historia común y el futuro compartido entre nuestros pueblos, especialmente en memoria de Salvador Allende, el primer mandatario socialista electo democráticamente en su país.
Tanto entonces como ahora se vuelve necesario refrendar la solidaridad del pueblo mexicano con los nuevos procesos democráticos del pueblo chileno.
En la actualidad, luego de los mandatos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, el gobierno de Gabriel Boric -el presidente más votado y más joven en la historia de Chile, integrado por fuerzas de izquierda y sectores progresistas-, vive la incertidumbre de avanzar en su programa de transformaciones.
Debido a la derrota que sufrió en el plebiscito para promulgar una nueva Constitución Política, que reemplazara la impuesta por Pinochet y abriera paso a un nuevo modelo democrático, de justicia social y desarrollo nacional, lo mantiene ocupado en una profunda reflexión autocrítica y en un proceso estratégico para impedir que dicha derrota se convierta en una debacle electoral en el 2026.
La clave será desentrañar por qué razón el mismo pueblo que protagonizó un estallido social contra la Constitución de la dictadura y por qué razón el 80 por ciento de la población que aprobó la elección del cuerpo redactor de la nueva Carta Magna, rechazó el proyecto elaborado democráticamente por 155 delegados electos mediante sufragio universal, con composición paritaria y representantes de los pueblos originarios.
Más allá reconocer el resultado adverso del plebiscito y de asumir que los recursos de los grupos de derecha fueron más poderosos, por el control sobre los medios masivos de comunicación -igual de abrumador como lo ejercen en México-, mediante los cuales lanzaron una embestida mediática de noticias falsas y campañas del terror, tenemos la confianza en el pueblo chileno para superar obstáculos y expedir la nueva Constitución al final de este año.
La esperanza es que sea una Constitución Política referente de la lucha histórica de la izquierda chilena y latinoamericana, en memoria del heroísmo y el aporte de Salvador Allende, el médico, diputado y secretario de Salud, cuyo pensamiento socialista de avanzada y progresista lo llevó a presidir un gobierno popular, el cual comenzó a generar las condiciones para su pueblo de una nueva sociedad más libre, más igualitaria, más justa y más democrática.