"¿De qué tenemos que pedir perdón?
¿De qué nos van a perdonar?
¿De no morirnos de hambre?
¿De no callarnos en nuestra miseria?
Comunicado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Tales cuestionamientos fueron el mensaje central del primer comunicado difundido por el EZLN después del primero de enero de 1994, tras atacar siete cabeceras municipales de Chiapas para declarar la guerra al gobierno mexicano.
La insurrección guerrillera de nuestros pueblos originarios no solamente opacó la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, sino que sus demandas históricas de igualdad, equidad, libertad, democracia, justicia, desarrollo y paz siguen vigentes a una semana de cumplirse 30 años de su levantamiento.
La rebelión armada zapatista logró poner en la agenda política nacional el tema indígena y aminorar el triunfalismo del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, por lo que consideraba la entrada de México al primer mundo vía el TLC.
El autoproclamado despegue económico comercial de nuestro país se estrelló con el movimiento armado en la Selva Lacandona y en los Altos de Chiapas, cuando era impensable su surgimiento en los tiempos del omnipotente Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La dictadura casi perfecta a través del PRI llevaba más de 60 años ininterrumpidos en todos los ámbitos del poder político y Salinas de Gortari buscaba legitimar su llegada la Presidencia de la República tras el escandaloso fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas.
El mandatario no solamente proclamó su orgullo nuevoleonés por sus raíces familiares en Agualeguas, sino que fue el principal impulsor del modelo económico neoliberal de Estados Unidos, que ayudó a imponer en el sexenio de su antecesor Miguel de la Madrid, además de declarar el combate contra la pobreza a través del Programa Nacional de Solidaridad.
A casi tres décadas, el movimiento armado zapatista que se levantó, precisamente, contra la brutal pobreza indígena, devino en un movimiento social que ha sobrevivido al cerco militar del Ejército Mexicano, al ataque de grupos paramilitares y al desinterés de los gobernantes en turno, pero que sigue en la lucha por el reconocimiento de sus derechos.
Si bien el EZLN contribuyó a transformar la vida política y social de México, al obligar al Estado Mexicano a reconocer la miseria, la marginación y el racismo que padecen nuestras comunidades nativas, sus problemas estructurales siguen pendientes de resolver y es una tarea colectiva en la que millones de mexicanos debemos de contribuir también.
La gran mayoría de los 23.2 millones de personas indígenas, quienes representan el 21.5 por ciento de la población mexicana, -de ellos más de siete millones hablan una lengua autóctona-, siguen viviendo en pueblos olvidados y comunidades marginadas en condiciones de hambre, subdesarrollo e injusticias.
A pesar de que el Gobierno de México mantiene el compromiso de cumplir sus garantías sociales, respetar sus libertades y reconocer a los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas como sujetos de derecho público con personalidad jurídica, durante el actual proceso de la Cuarta Transformación los esfuerzos para cumplir la reforma constitucional en materia de derechos y cultura indígena han sido insuficientes.
Debe quedarnos claro: la reforma del 18 de julio de 2001 requiere ser cumplida para lograr su inclusión a la vida nacional con libre determinación y plena autonomía para la defensa de su patrimonio territorial y diversidad cultural.
Al igual como lo señaló el Subcomandante Marcos tras las elecciones de julio del 2018, no nada más se trata de cambiar de capataz, sino de transformar las condiciones de pobreza y marginación de los pueblos originarios y dejar de considerar al EZNL como un movimiento social de folclor.
La esperanza está ahora en un gobierno que profundice la transformación.
"iZapata no murió en Chinameca! Aún cabalga por las montañas del sur en su caballo blanco, junto con Ramona, David, Felipe, ..."