El aumento de contagios y la saturación de hospitales se refleja en algunos hospitales capitalinos. Hay más pacientes y por ende más visitantes y afluencia fuera de ellos.
Adultos, jóvenes, niños y personas de la tercera edad que esperan en el exterior de los hospitales se preparan con lo que muchos mexicanos aprendieron durante más de dos años de encierro: a usar el cubrebocas.
En un recorrido que realizó EL UNIVERSAL, diversas personas señalaron que lo peor podría estar por venir con la inminente llegada de Pirola, la variante de Covid-19 que azotó fuertemente a Europa y Estados Unidos.
En el exterior del Instituto del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), Sunat Zen Cano Pérez, de 34 años, quien vive en Coacalco, espera noticias por parte de los profesionales de la salud, pues llevó a su abuela con problemas respiratorios "trae tanque oxígeno, tiene síntomas de Covid, llegó bien, esperamos el parte médico para quitarnos la duda, en 2020 le dio Covid, aquí la sacaron adelante".
Comparte que al iniciar la pandemia, la familia decidió portar cubrebocas porque la mayoría de sus integrantes son personas de la tercera edad.
"Desde que empezó la pandemia fue obligatorio el uso del cubrebocas porque tenemos muchos adultos mayores y niños en la familia, cuando cesó la enfermedad y el Presidente recomendó ya no usar el cubrebocas, nosotros en noviembre lo empezamos a utilizar porque los familiares empezar a tener tos y gripe".
El señor Juan Martínez, de 63 años, proveniente de Texcoco, espera afuera del INER junto a siete integrantes de su familia; su hijo está internado desde el viernes por una neumonía, y "al inicio de la pandemia utilizamos el cubrebocas y nunca nos lo quitamos", dice.
El señor Martínez decidió ponerse la vacuna Abdala junto al biológico de la influenza y comparte que quienes decidieron no utilizar ninguna medida sanitaria "son muy valientes o muy tontos, es estarle jugando al vivo, es algo serio y debemos tomar medidas, podemos volver al inicio, con hospitales llenos.
"Es algo serio, debemos tomar medidas, no podemos volver como comenzó esto, con hospitales llenos y gente muriendo; nunca nos hemos quitado el cubrebocas, en lugares cerrados y transporte", recuerda Martínez.
La profesora Ana Luisa Camacho, de 47 años, quien proviene de Valle de Chalco, se encuentra afuera de este hospital, pues su hermana está internada por un infarto: "Empecé a utilizar el cubrebocas desde 2019, pero me contagié de Covid, me puse la vacuna Abdala, pero tuve reacción por cuatro meses".
Asegura que su médico enfatiza que ya no vuelva a ponerse el biológico cubano: "El doctor me dijo que ya no me ponga esa vacuna, me recomendó utilizar Pfizer; con Abdala me dio una tos fuerte, recaí, tuve temperatura, tomé muchos tratamientos de patente y naturistas durante cuatro meses, tiene 15 días que se me quitó".
La profesora explica que se aplicó tres dosis entre Moderna y Abdala, "apenas las empezaron a utilizar, pero no saben las consecuencias de la dosis cubana".
Además, comparte a este diario cómo continúa su vida diaria y su trabajo al estar frente al grupo, donde también promueve el uso de cubrebocas en la escuela: "Los papás mandan las recetas de sus hijos que tienen enfermedades respiratorias, utilizamos las mismas recomendaciones como lavarse las manos, ventanas abiertas, aseo general y el uso de gel antibacterial".
Lucía Sánchez, de 61 años, reside en Querétaro, está desde hace un mes en el Centro Médico por un familiar que se recupera de una operación en terapia intensiva y señala: "Por prevención sigo usando el cubrebocas, es obligatorio aquí dentro del hospital, desde hace unas semanas la gente afuera no utilizaba, pero tiene poco tiempo".
La señora Lucía expresa que se vacunó al inicio de la campaña implementada por la Secretaría de Salud: "Muchos decían que no era confiable, por seguridad de cada quien, decidí ponérmela".
Son estampas de una capital en la que se huele el temor de volver a un infierno que paralizó una ciudad, un país y al mundo entero por más de dos años.