Durante todo ese tiempo has ido acumulando más juegos de los que podrás jugar durante el resto de tu vida pero, aún así, eres incapaz de resistirte a la tentación que supone una buena rebaja. Antes de que existiera Steam solías satisfacer tu «apetito» de juegos a la vieja usanza, es decir, comprando en soporte físico y haciendo cálculos de cuándo sería necesario comprar una nueva estantería, ante el riesgo de que las que ya tenías en ese momento acabaran colapsando.
Las bondades de la distribución digital, sumadas a algunas ofertas realmente destacables, han hecho que hayas vivido la desaparición, prácticamente absoluta, del soporte físico, especialmente si hablamos de los juegos para PC. Así, a partir de cierto punto las estanterías dejaron de llenarse y, en su lugar, empezaste a ver como tu colección digital alcanzaba y superaba por mucho, en número de títulos, a la que con tanto tiempo (e inversión) atesoraste anteriormente.
Cuando empezaste a crear tu colección eras joven, no pensabas mucho en el futuro, estabas en la primavera de la vida y nada te preocupaba. Sin embargo, con el paso de los años empiezas a hacerte preguntas, que van desde lo puramente existencial hasta lo recalcitrantemente material. ¿Qué he hecho con mi vida? ¿Cuánto tiempo me queda por delante? ¿Por qué el tomate ya no sabe a tomate? Y, claro, ¿qué pasará con mi colección de juegos de Steam el día que falte?
Una cuenta de Steam tiene un valor económico, variable eso sí, que puedes comprobar como te contamos aquí. Sin embargo, las condiciones de uso de Steam impiden la venta de las cuentas, así como de los juegos de las mismas, si bien esto podría cambiar en un futuro por cuestiones legales. Ahora bien, ¿qué ocurre si falleces? ¿Puedes dejar en herencia tu cuenta de Steam? Desgraciadamente no, tal y como leemos en VG247, los términos legales de la plataforma no lo permiten. Es más, ni siquiera podrás facilitarle tus credenciales de acceso a tus seres queridos, a no ser que Valve te haya autorizado específicamente para ello.
Así, de nuevo nos encontramos ante una de esas situaciones en las que comprar no es poseer, otro ejemplo de que las licencias de usuario han ido empobreciendo, de manera paulatina, los derechos de los usuarios. Si les doy el mantenimiento adecuado, es posible que un juego que compré en físico por 5 euros a principios de siglo pueda pasar a manos de mis seres queridos, pero si mañana me gasto 60, 80, 100 o 120 euros en el gran lanzamiento quíntuple A, y pasado mañana tengo la mala suerte de protagonizar un fundido a blanco, esa licencia se perderá conmigo. Por increíble que parezca. Y, eso sí, esto es responsabilidad de Steam solo en parte, pues puedes poner la mano en el fuego al apostar que desarrolladoras y distribuidoras están, también, detrás de estas políticas.
Lo que me lleva a recordar una frase que, con los años, ha ido ganando peso: si comprar no es poseer, piratear no es robar.