La innovación tecnológica con sus constantes y acelerados cambios ha sido un actor fundamental en la ruptura de paradigmas empresariales y en la mejora de la vida cotidiana de las personas. Dentro de esta dinámica, el negocio bancario y financiero también ha venido siendo objeto de la influencia generada por el uso de la tecnología. Precisamente, las Financial technologies (Fintech) han dado claras señales de reconfiguración sobre la industria financiera, retando contundentemente en innovación, eficiencia y competitividad a los actores tradicionales. Una cifra que ilustra los avances de la revolución Fintech en el mundo es el vertiginoso crecimiento de la inversión en esta tecnología: en 2013 el valor de las inversiones era cercano a los US$4.000 millones de dólares y en 2015 aumentó a US$20.000.
En la actualidad, llama poderosamente la atención como las iniciativas de la industria Fintech han hecho presencia en todos los eslabones de la cadena de valor que ofrece la banca tradicional, buscando dar respuesta a las múltiples necesidades de la población, incluso aquella que se encuentra hoy excluida financieramente. La disminución en costos de procesamiento, almacenamiento y operación, junto con las nuevas formas de determinar la identidad o la capacidad de crédito de los clientes son características que han permitido a las Fintech aportar de manera ágil a los propósitos de inclusión financiera a escala mundial. Esto ha contribuido en la superación de las barreras de acceso y uso a productos financieros, especialmente en los países en vía de desarrollo, donde las necesidades en este frente son más sentidas. Debe tenerse en cuenta que, según el Global Findex 2014, en Latinoamérica alrededor de la mitad de la población mayor de 15 años se encuentra sin bancarizar, lo que se traduce en una oportunidad para que las Fintech reduzcan y aprovechen esta brecha.
Las mayores contribuciones para avanzar en los procesos de inclusión financiera por parte de las Fintech están relacionadas con las soluciones en pagos, los canales de contacto con el consumidor y los requerimientos para potencializar la inversión, ya que por su naturaleza logran generar importantes ganancias en eficiencia, incluso en mayor escala para la población perteneciente a la denominada base de la pirámide. Por ejemplo, los mecanismos alternativos de financiación y los préstamos entre pares (P2P) han logrado llevar financiamiento a aquellas iniciativas empresariales y personas que por su perfil de riesgo tienen mayores dificultades para acceder a un crédito mediante canales tradicionales.
Nuestro país no ha sido ajeno a estas tendencias. Ya existen actores que han venido trabajando en la renovación de la banca tradicional y ha logrado avances en el campo de la inserción de la innovación tecnológica. Esto se ha visto reflejado, parcialmente, en la expansión en el número de operaciones de la banca móvil, que desde 2011 hasta 2015 aumentó en algo más de 10%. Sin embargo, la banca tradicional tiene un gran reto, pero también una oportunidad por delante, para crear e implementar estrategias de innovación Fintech. En el país existe todavía un campo de acción amplio para que la innovación tecnológica pueda apoyar la oferta de servicios y productos financieros, principalmente en áreas rurales y en los segmentos poblacionales de bajos recursos.
Para seguir recorriendo con éxito el camino Fintech, la banca deberá continuar avanzando en la incorporación de la innovación abierta, la creación de alianzas estratégicas y la transformación de sus modelos de negocio. Un proceso en el que, la participación del Gobierno Nacional es fundamental en temas regulatorios para procurar por un sano crecimiento de la industria Fintech y para generar incentivos que propendan por consolidar sinergias entre el sector público y privado que busquen promover la innovación desde el mismo sistema educativo. Así, seguramente se conquistarán grandes hitos en el propósito de generar mayores réditos sociales en nuestro país.