Cuando pensamos en los hitos de las sondas Voyager es prácticamente imposible no asombrarnos. Hacia finales de la década de 1970, un equipo del Instituto de Tecnología de California construyó dos naves espaciales para explorar los confines del espacio. Pese a que ambos prodigios tecnológicos fueron lanzados por la NASA en un remoto 1977, siguen funcionando por estos tiempos.
La Voyager 1 y la Voyager 2 son los únicos dispositivos creados por humanos que operan fuera de la heliosfera, una región de nuestra galaxia que se encuentra bajo la influencia del Sol y que nos protege de la radiación cósmica. La segunda de estas naves, la protagonista de este artículo, se encuentra estudiando el espacio interestelar a más de 20.000 millones de kilómetros de la Tierra.
El problema de la pérdida de energía
Es lógico pensar que después de tantos años en el espacio, la Voyager 2 se enfrente a algunos problemas. Los ingenieros del proyecto, sin embargo, han tenido la suficiente pericia como para tomar las mejores decisiones y minimizar su impacto operativo. En 2020, por ejemplo, perdimos contacto por varios meses con la nave porque la única antena capaz de hacerlo necesitaba someterse a reparaciones.
Uno de los problemas, si es que podríamos llamarlo así, que afecta directamente la vida de la misión es la disminución de la energía. La Voyager 2, al igual que su gemela, está equipada con un generador termoeléctrico de radioisótopos (RTG) que genera electricidad a partir del calor producido por la descomposición de plutonio-238. ¿El problema? Cada año produce 4 vatios menos de energía.
Frente a este escenario, los ingenieros se han enfrentado al difícil desafío de decidir qué partes de la nave apagar en pos de la racionalización eléctrica. Como podemos ver en la página del estado de la misión, la NASA ha apagado varios instrumentos a lo largo de los años, entre ellos el espectrómetro ultravioleta (UVS) y el Subsistema de ciencia de imágenes (ISS), es decir, el que tomaba "fotografías".
En la actualidad se encuentran operativos solo cinco instrumentos y, debido a la necesidad de reducir el consumo energético, se había programado que en 2026 uno de ellos debería dejar de funcionar. Pero los responsables del proyecto se encontraban frente a un dilema: mientas más se aleja la Voyager 2, más valiosos son sus datos, y apagar uno de sus instrumentos reduciría su valiosa capacidad científica.
Afortunadamente, tal y como lo ha hecho muchas otras veces, el talentoso equipo de la vetusta nave espacial encontró una alternativa al problema, aunque como veremos a continuación con cierto nivel de riesgo. Puso a disposición de los sistemas científicos una pequeña reserva de energía que estaba destinada a un sistema de seguridad diseñado para proteger los instrumentos en caso de fluctuaciones de voltaje.
Producto de este cambio se espera que la Voyager 2 siga estudiando el espacio interestelar con sus cinco instrumentos. Puede que te preguntes qué ha cambiado. El voltaje eléctrico ahora no estaré estrictamente regulado, pero los ingenieros confían en que todo saldrá bien, pues después de casi medio siglo han determinado que el sistema de suministro energético de la nave es fiable y estable.
En cualquier caso, explican, siempre tendrán la posibilidad de hacer ajustes adicionales si algo sale como no esperaban. Si esta solución finalmente resulta efectiva, el Instituto de Tecnología de California y la NASA la implementarán en la Voyager 1, aunque recordemos que esta nave actualmente tiene en funcionamiento cuatro y no cinco instrumentos, esto debido a que uno de ellos se estropeó al principio de la misión.
Imágenes: NASA