Yo lo noto en los pequeños cambios de interfaz, en cómo ciertas funciones dejan de sentirse como trucos y pasan a ocupar un lugar fijo, cotidiano, en la rutina digital. Esa transición tiene algo de inevitable: cuando una herramienta se convierte en el punto de entrada a tantas tareas, el siguiente paso no consiste en responder mejor, sino en conectar mejor.
OpenAI ha dado ese paso con el lanzamiento de un directorio de aplicaciones integrado en ChatGPT y con la apertura formal del proceso para que desarrolladores envíen nuevas apps a revisión y publicación. En la práctica, esto ordena y hace visible un ecosistema que ya existía de forma parcial, pero que ahora se presenta con una lógica de "tienda": un lugar único donde descubrir herramientas de terceros y activarlas dentro de la propia conversación, sin saltos de contexto constantes.
El cambio no es solo de escaparate, también de lenguaje. OpenAI ha renombrado lo que hasta ahora se conocía como "conectores" y los agrupa bajo el término "Aplicaciones", una etiqueta que resulta más amplia y, sobre todo, más ambiciosa. Dentro de esa nueva nomenclatura aparecen categorías que delimitan cómo se integran los servicios: aplicaciones que permiten buscar archivos, otras que habilitan investigación en profundidad y otras que sincronizan información. El mensaje implícito es claro: no se trata de un accesorio, sino de una capa estable del producto.
De cara al usuario, la tienda se materializa como una nueva sección en la barra lateral, con acceso a apps organizadas por categorías y pensadas para dos grandes terrenos: productividad y estilo de vida. Aquí entran integraciones con servicios muy conocidos —desde herramientas de trabajo y creación hasta música, viajes o restauración— que buscan convertir el chat en una interfaz común. Además, en España ya se puede acceder a medio centenar largo de apps, con un recuento que se sitúa en 51 en la versión disponible actualmente, y con varias incorporaciones que ya habían empezado a asomar semanas atrás.
En lo práctico, el valor de esta tienda no está en "tener más iconos", sino en reducir fricción. Una app bien integrada puede traducir una intención en una acción sin salir del hilo: encontrar un documento, consultar un calendario, revisar un repositorio, planificar un viaje, montar una lista de reproducción o preparar un pedido. Al mismo tiempo, OpenAI deja claro que la experiencia final depende en parte del servicio conectado: algunas funciones avanzadas quedan supeditadas a que el usuario tenga suscripción activa en la plataforma externa, de modo que la tienda no borra las fronteras comerciales, solo las disimula con una interfaz común.
La otra mitad de la noticia habla a los desarrolladores. OpenAI abre su SDK para crear experiencias interactivas que funcionen dentro de ChatGPT y habilita un proceso formal de envío, revisión y publicación. Esto apunta a un ecosistema más grande y más diverso, con un incentivo evidente: si ChatGPT se convierte en un "lugar" donde el usuario pasa tiempo, estar dentro importa. También hay un matiz relevante en privacidad y datos: estas apps pueden apoyarse en funciones como Memoria si el usuario la mantiene activa y, en determinados planes, la configuración de mejora del modelo puede permitir que se utilice información para entrenamiento, algo que obliga a mirar con atención los ajustes y lo que implica cada opción.
Queda, por último, la pregunta que siempre aparece cuando una plataforma abre su puerta a terceros: cómo se monetiza. OpenAI no presenta todavía un sistema de pago "tipo App Store", pero sí reconoce que explora opciones de monetización a futuro, incluidos bienes digitales, y que aprenderá del uso real que hagan usuarios y desarrolladores. Dicho de otra forma: hoy la tienda se parece a un escaparate ordenado; mañana podría parecerse a un mercado. Y mientras tanto, yo me quedo con una sensación nítida: el chatbot deja de ser un destino y empieza a actuar como un sistema operativo conversacional, con todo lo bueno —y lo delicado— que eso conlleva.