La Fiscalía de Justicia cateó el domicilio del municipio de Juárez en donde un supuesto adicto al “cristal” en un momento de ansiedad asesinó a cuchilladas a sus hijas, a su esposa y a sus padres, horas después de haber salido de un centro de desintoxicación, y aseguró el arma homicida.
El atroz crimen de sus propias hijas; un bebé de entre 4 y 6 meses, otra de tan solo 4 años, su esposa de 25, y sus padres, de 50 y 56 años respectivamente, estremeció a la comunidad por la saña en que fue cometido.
El despiadado asesino identificado como Brandon, al salir de un centro de desintoxicación regresó a casa, engañando a sus seres queridos con que ya iba a cambiar.
Incluso, llevó a sus hijas a pasear al parque y todo parecía que iba muy bien, hasta que se encontró a un conocido con quien volvió a probar la peligrosa droga.
Tres meses encerrados no sirvieron de nada, pues el gusto por la droga se apoderó de él.
Ese sábado al regresar a casa encontró el reclamo de sus seres queridos, pero lejos de mostrar su arrepentimiento se llenó de ira.
La persona tranquila que parecía ser, de pronto se transformó en un violento y desquiciado sujeto.
Una de las historias más tristes y aterradoras se vivió al interior de aquella casa de la calle Benoni, en el Fraccionamiento Mirador San Antonio.
La joven señora Carolina Escalón Ramos, de 25 años, sus hijas de 4 años y 4 meses, fueron asesinados en su recámara.
Su madre Mónica Campos Camacho y su padrastro Gaurdenio Vicencio Cruz corrieron horrorizados a la segunda planta y se refugiaron en el cuarto de baño para tratar de salvarse, pero el despiadado sujeto ahí mismo les arrancó la vida.
Sus vecinos escucharon los gritos de auxilio, pero sabían que era otro de los arranques de ira y prefirieron no entrometerse.
Sin embargo, una mujer temió lo peor y dijo a sus familiares que a lo mejor Brandon ya las había matado.
Ya había oscurecido cuando llegó a indagar una patrulla de policía de Juárez, cuyos elementos dialogaron con el asesino, pero este les dijo que el problema era en la casa de al lado, y al no ver nada extraño se retiraron.
El sábado en la noche se fue a dormir como si nada, y el domingo temprano se fue de la casa, y a pesar de traer la ropa manchada de sangre, no tuvo mayor problema para desplazarse por la ciudad y dirigirse hasta el municipio de San Pedro, donde pensaba esconderse.
Sin embargo, en un momento de depresión decidió confesar lo que hizo al toparse afuera de un negocio de comidas a unos policías.
Estos, al escuchar la gravedad del asunto, lo arrestaron y confirmaron con sus homólogos de Juárez.