"En la primera clase el maestro explicó cosas que no entendí y dejo una tarea que me pareció fácil, pero un amigo me dijo: 'Hugo, no tienes idea, no sé cómo vas a sobrevivir este curso. Lo mejor es que la des de baja'".
Así relata Hugo Garza Medina, vicepresidente de Proyectos Estratégicos del Tec de Monterrey, su encrucijada al cursar una materia de doctorado en un intercambio estudiantil en Estados Unidos, al estudiar su carrera.
Al inicio parecía una gran idea, pero después de esa clase no había marcha atrás: no podía dar de baja la materia porque perdería su beca del 100 % en el Tec, y con ella, la oportunidad de terminar su carrera.
Garza Medina ha combinado su lado artístico con los negocios a lo largo de su vida: como estudiante, directivo bancario, cofundador de instituto Ingenium ABP, y director del Instituto de Emprendimiento Eugenio Garza Lagüera.
Esa clase de maestría es la cumbre de una colección de momentos que Garza Medina identifica como claves para entender lo que hace en su actual puesto directivo en el Tec.
La clase de doctorado para un estudiante de carrera
¿Cómo llegó Hugo a esa clase de doctorado? Estaba en su sexto semestre de Ingeniería en Sistemas Computacionales en el campus Monterrey y había aplicado para ser su intercambio en Boulder, Colorado, relata a CONECTA.
Como estudiante amaba modelar problemas en computadora y era bueno haciéndolo, así que su profesor Lloyd Fosdick, lo invitó a tomar una materia de doctorado en su séptimo semestre.
La materia se trataba de soluciones de ecuaciones no lineales, usando computo.
Pero luego de esa primera clase se dio cuenta de la realidad: sería más difícil de lo que había pensado, y lo peor, no podía darse el lujo de darla de baja, porque perdería su beca y tendría que salir del Tec.
"Siempre hay manera de acomodar las piezas"
Al no haber otra manera, Hugo buscó cómo sobrevivir. Toda la materia dependía de un examen final que se hacía en equipo.
El destino lo llevó a hacer equipo con los que nadie quería: un iraní y un alemán, recuerda.
No durmió varios días, pensando en una solución, hasta que fue a platicar con el profesor.
"Ese semestre aprendí con sangre la importancia de hacer equipo; de no echarme para atrás con ningún problema y que siempre hay forma de solucionarlo".
"Ese semestre aprendí con sangre la importancia de hacer equipo; de no echarme para atrás con ningún problema y que siempre hay forma de solucionarlo".
Así supo que nadie había programado su teoría en una computadora y negoció para que le cambiara el examen por la programación de lo que decía su libro. El profesor aceptó.
"Ofrecí mi capacidad de programar y fue genial, porque fue como tener una clase triple: él nos explicaba a mí y a mi equipo lo que quería exactamente obtener con casa paso".
Al final hicieron el examen y fueron el primer equipo al que Lloyd Fosdick le dio una calificación aprobatoria de A+.
"Lo que se iba a convertir en un gran fracaso, se convirtió en una gran virtud y parte de lo que soy ahora. Siempre hay manera de acomodar las piezas".
"Lo que se iba a convertir en un gran fracaso, se convirtió en una gran virtud y parte de lo que soy ahora. Siempre hay manera de acomodar las piezas".
El arte, la otra mitad de su corazón
La otra mitad del corazón de Hugo es el arte. Desde pequeño se recuerda haciendo esculturas de lodo, en vez de jugar futbol.
"Nunca tuve ni pinceles, ni acuarelas. Usaba la pintura para bolear los zapatos, la grasa de los zapatos, usaba la crema Pond´s de tapa verde de mi mamá, esa me ayudaba a distribuir".
Usaba lo que tenía a su alcance, porque a su papá no le parecía que el arte fuera una carrera lucrativa.
"El hermano de mi papá (Mario) hacía arte y no le iba muy bien", relata. Pero justo ese tío fue quien abrió otro mundo para Hugo.
"Recuerdo que lo íbamos a visitar los sábados y siempre estaba haciendo algo: estaba pintando en óleo o haciendo esculturas. Era fascinante".
Por otro lado, su papá era contador auditor. Era muy ordenado, dedicado, con objetivos muy claros y todo lo tenía bien documentado.
"Ellos alimentaron las dos partes de mi cerebro. Era como mi papá, pero también como mi tío".
Así que aunque sabía que estudiar arte no era ni siquiera una opción, siempre encontró la manera de incorporarla a su vida.
"Uso la procrastinación a mi favor desde siempre. Cuando estoy estudiando algo muy pesado y me distraigo o me aburro, me doy 30 minutos para hacer arte, y al revés. De esa manera siempre estoy produciendo".
Y lo ha llevado hasta el extremo. En una temporada, cuando fue banquero y viajaba mucho, usaba, sin falta, el tiempo del despegue al aterrizaje para crear retratos e hizo toda una colección.
"Siempre hay que tratar de ser lo más alineado a lo que te apasiona, pero si por alguna razón no puedes, busca cómo hacer que una te financié la otra. Como yo era banquero podía ir a Nueva York para estudiar y hacer arte".
"Siempre hay que tratar de ser lo más alineado a lo que te apasiona"
Apoya el cuidado de la salud mental
Antes de egresar de su carrera, se dio cuenta de que lo que más le gustaba era hacer cosas nuevas.
Fue director de sistemas en una compañía de seguros. Luego emprendió su primera startup de sistemas a los 21 años, después hizo otra de automatización.
Fue el encargado de hacer el sistema de Banregio, Luego, decidió cambiar de carrera e hizo una maestría en finanzas.
Fue el encargado de sistemas y finanzas de una empresa de Pedro Aspe Armella, exsecretario de Hacienda y Crédito Público.
Pero mientras su carrera iba de maravilla como socio director del banco de inversión Evercore Partners (Protego Asesores), su hermano fue diagnosticado con esquizofrenia.
"La situación familiar era terrible, supe que tenía que hacer algo al respecto. Y fue que tomé un curso de salud mental que traje a México y cofundé Ingenium ABP, una institución sin fines de lucro que provee programas educativos de salud mental".
Así que, por un lado, tenía rigidez de los números, el reto de las negociaciones, comunicaciones y por el otro, la salud mental: "Las cosas que son más importantes que el dinero".
El balance de ser artista y estratega de negocios
Cuando decidió salir de las finanzas y tomar un año sabático, el Tec de Monterrey lo invitó a como director del Instituto de Emprendimiento Eugenio Garza Lagüera, puesto que ocupó por 2 años.
Este instituto del Tec diseña herramientas para incentivar el ecosistema emprendedor-innovador, con el apoyo de diferentes aliados.
Y después, como vicepresidente de Proyectos Estrate´gicos, su trabajo consiste en negociar, afinar a un mismo objetivo, crear estrategias, contar historias con números, transformar y buscar el florecimiento humano.
Todo lo que aprendió a lo largo de su vida.
"Ahora estoy en mi nirvana, porque estoy en una institución cuyo propósito es transformar vidas con la educación, que es lo mío".
"(Además) la tendencia es la multidisciplinar e integrar el arte y la ingeniería, que es mi onda. Y cada día es un reto diferente, entonces realmente estoy disfrutando muchísimo mi trabajo aquí".
Hugo Garza esboza una sonrisa y acaba diciendo que hace lo que le gusta.
"Estoy en el punto exacto donde uso la creatividad y el orden".