La gran reunión de obispos y laicos católicos del papa Francisco indicó el ayer que es "urgente" garantizar una participación más plena de las mujeres en el gobierno de la Iglesia y pidió que la investigación sobre permitir que las mujeres sean diáconos se publique dentro de un año.
Pero la reunión no tomó medidas decisivas sobre ese tema y rechazó cualquier llamado específico para dar la bienvenida a los católicos LGBTQ+ a pesar del repetido acercamiento de Francisco a la comunidad gay y su voluntad de considerar bendecir a las parejas del mismo sexo.
Tras un mes de debate a puerta cerrada, la reunión de Francisco sobre el futuro de la Iglesia católica concluyó con la aprobación de un texto de 42 páginas sobre un sinfín de cuestiones que ahora se examinarán en una segunda sesión el año que viene.
Ninguna de las propuestas es vinculante y simplemente se ofrecen para que Francisco las considere.
Todos los apartados fueron aprobados con la mayoría de dos tercios necesaria, pero los relativos a la mujer y al celibato sacerdotal fueron los que obtuvieron más votos en contra.
No obstante, los organizadores señalaron que la votación había sido un éxito, ya que ninguno de los apartados fue rechazado.
Tanto los organizadores como los participantes habían tratado de moderar las expectativas de que se produjeran grandes cambios, especialmente en cuestiones doctrinales delicadas como las opiniones de la Iglesia sobre la homosexualidad.
Han insistido en que el mero proceso de obligar a los obispos a sentarse en mesas redondas para escuchar a los católicos de a pie durante un mes era la importante novedad del encuentro.
Pero no se podía negar que el gran Sínodo de Francisco sobre la Sinodalidad, como se llama la reunión, y los dos años de sondeo de las bases católicas que lo precedieron, han generado expectativas.
Está prevista otra sesión para octubre de 2024, y las recomendaciones o conclusiones finales de esa reunión se presentarán a Francisco para su consideración en un futuro documento.
Francisco convocó el sínodo hace dos años como parte de sus esfuerzos generales de reforma para hacer de la Iglesia un lugar más receptivo.
En su visión de una Iglesia "sinodal", los fieles son escuchados y acompañados en lugar de ser sermoneados por una jerarquía "clerical" fuera de juego que, de todos modos, ha sufrido una crisis de credibilidad por los escándalos de abusos del clero en todo el mundo.
Los progresistas esperaban que la reunión transmitiera el mensaje de que la Iglesia acogerá mejor a las personas de la comunidad LGBTQ+ y ofrecerá a las mujeres más funciones de liderazgo en una jerarquía en que tienen vetada la ordenación.
Los conservadores han insistido en la necesidad de mantenerse fieles a la tradición eclesiástica de 2,000 años y han advertido que abrir el debate sobre estas cuestiones era una "caja de Pandora" que entrañaba el riesgo de cisma.
Como novedad, Francisco permitió que las mujeres y los laicos votaran junto a los obispos, poniendo en práctica su creencia de que el "Pueblo de Dios" en los bancos de iglesia es más importante que los predicadores y debe tener más voz en la toma de decisiones de la Iglesia.