La madrugada del sábado se tornó en tragedia en la ciudad portuaria de Odesa, cuando un edificio de nueve plantas fue alcanzado por un ataque de un dron ruso, cobrando la vida de diez personas, incluyendo tres niños.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, lamentó profundamente la pérdida de vidas, identificando a los pequeños como Marc, de menos de tres años; Yelizaveta, de ocho meses; y Timofei, de cuatro meses. "Los niños ucranianos son blancos militares de Rusia", denunció Zelensky, haciendo un llamado a la atención internacional sobre las devastadoras consecuencias de los ataques rusos en suelo ucraniano.
Inicialmente se reportaron ocho fallecidos, pero las autoridades confirmaron que una mujer y su bebé fueron hallados muertos bajo los escombros del edificio destruido.
El gobernador de la región de Odesa, Oleg Kiper, reveló el hallazgo, describiendo la desgarradora escena en la que madre e hijo fueron encontrados abrazados entre los restos del edificio devastado.
Los servicios de emergencia ucranianos, a través de Telegram, informaron que la mujer y el bebé fueron encontrados en una conmovedora posición, abrazados el uno contra el otro, evidenciando la tragedia que ha sacudido a la comunidad local.
A pesar de los esfuerzos de rescate, las esperanzas de encontrar a más sobrevivientes disminuyen con el paso del tiempo, y Zelensky expresó su preocupación por la posibilidad de que haya niños atrapados bajo los escombros.
Tras estos ataques, el dirigente ucraniano indicó que Rusia busca "exclusivamente destruir vidas", solicitando a los aliados occidentales más sistemas de defensa antiaérea, aviones de combate y municiones.