Sin desesperarse y sin detenerse, con paciencia infinita, China comenzó a penetrar numerosos flancos políticos, militares, financieros y económicos de América Latina y el Caribe desde hace más de 30 años y, tampoco sin bravuconadas, a respirarle de cerca a Estados Unidos en su viejo patio trasero.
China aterrizó en la zona para retar a EU en Argentina o Venezuela, en Nicaragua o Colombia, Perú y Bolivia y consiguió, en un efecto en cadena, que la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños rompieran relaciones con la República de China o Taiwán, reclamada desde 1949 por Beijing al acusarla de ser una provincia rebelde. Guatemala, Belice, Haití, Santa Lucía y San Cristóbal y Nieves son los únicos con lazos diplomáticos con Taiwán.
La imagen de miles de bicicletas que China donó a Cuba en la década de 1990 para ayudarle a "resolver" [a lo cubano en transporte] la profunda y prolongada crisis socioeconómica que estalló en la isla tras el desplome, de 1989 a 1991, de sus aliados del campo socialista de Europa del Este, sólo fue una anécdota en un plan gigantesco.
Beijing jamás pretendió incursionar con fuerza a América Latina y el Caribe subido a una bicicleta en Cuba ni convertir al mercado cubano -en colapso, sin dinero y en un laberinto- en su principal plataforma, trampolín o catapulta para su verdadero objetivo: el negocio extractivo de riquezas regionales estratégicas, como petróleo... y litio.
A pesar de que la incursión china en el área, también decorada con la penetración cultural o deportiva, llegó a los más distintos rubros, uno de los fundamentales se concentró en el litio, el apetecido mineral que se convirtió en crucial para fabricar baterías y vehículos eléctricos con expectativas de que la planta vehicular mundial pase a una versión eléctrica. El litio se posicionó como una de las riquezas naturales esenciales del futuro mundial.
En un panorama de expectativas mineras finitas, otras imágenes -no de bicicletas- futuristas, de automóviles eléctricos que casi hablan y van de compras, y de ilusiones para avanzar hacia el desarrollo, el sur de América emergió como una pieza crucial: Bolivia, Argentina y Chile –"triángulo del litio"- y Perú tienen 85% de las reservas mundiales de litio.
La industria mundial produce unas 500 mil toneladas anuales, con una demanda global de 350 mil a 2020 que se multiplicaría por seis en 2030 o 42 en 2040, según cifras oficiales. "El triángulo del litio es un área de disputa geopolítica muy importante en América Latina", afirmó el sociólogo, politólogo y relacionista internacional boliviano Franco Gamboa, catedrático para Bolivia de Fulbright, programa internacional estudiantil y cultural de Estados Unidos.
"Bolivia destaca por tener una reserva mayor frente a Chile y Argentina, pero está rezagada y China ha influido mucho en la forma como ha ido desarrollándose la explotación del litio. Los recursos naturales como el litio están precomprometidos para que en el futuro se pueda pagar a los bancos chinos", dijo Gamboa a EL UNIVERSAL.
"Los agentes políticos de China poseen mayor capacidad para convencer a los funcionarios bolivianos con dinero y un discurso de autodeterminación política, alineado con viejas teorías sobre la revolución comunista", agregó, en referencia a unos contratos sobre litio que Bolivia suscribió en 2023 con Beijing.