El papa León XIV inauguró su pontificado con una misa inaugural en la Plaza de San Pedro, donde ante aproximadamente 200,000 peregrinos, presidentes, patriarcas y príncipes ofreció un mensaje de sanación y unidad en medio de una Iglesia y un mundo polarizados.
En un emotivo recorrido en papamóvil, el pontífice, el primer papa estadounidense de la historia, saludó a las multitudes que ondeaban banderas de naciones como Estados Unidos y Perú.
Durante el recorrido, León XIV se detuvo para bendecir a varios bebés y sonrió desde la parte trasera del vehículo oficial. El gesto, cargado de simbolismo, subrayó la imagen de un líder cercano a la gente y dispuesto a tender la mano a los fieles de todas las latitudes.
En la misa, el pontífice vivió un momento emotivo al colocársele los dos poderosos símbolos del papado: la estola de lana de cordero y el anillo de pescador.
Consciente del peso que implica dirigir una Iglesia de 1.400 millones de fieles, giró su mano para observar el anillo y juntó las manos en oración, como reflejo de la responsabilidad y el compromiso espiritual que asumía.
En su homilía, León XIV destacó la necesidad de que la Iglesia sea una fuerza de paz, unida y comprometida con el amor y la solidaridad.
"Quisiera que nuestro primer gran anhelo sea una iglesia unida, signo de comunión y de reconciliación para un mundo herido por el odio, la violencia, los prejuicios y un paradigma económico que margina a los más vulnerables", afirmó, haciendo eco de algunas de las prioridades dejadas por su predecesor, Francisco, pero con un llamado renovado a la unidad ante las crecientes divisiones.
El acto contó también con una rigurosa organización protocolaria y la presencia de dignatarios.
Encabezó la delegación estadounidense el vicepresidente J. D. Vance, quien había rendido homenaje a Francisco pocos días antes, mientras la presidenta peruana Dina Boluarte, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y otros altos funcionarios internacionales se sumaron a la ceremonia.
El Papa, fiel a la tradición, vestía la capa roja formal del papado –la mozzetta– lo cual fue muy bien recibido por los conservadores y tradicionalistas, a diferencia del estilo más sencillo de su predecesor.
Al culminar la misa, León XIV expresó su sincera esperanza de que sus palabras inspiraran un proceso de sanación y reconciliación global.
Oró por la paz en Ucrania, por una solución justa a la crisis en Gaza y por la unidad en la fe.