Brasil se encuentra en el centro de la atención internacional al acoger la cumbre del G20 en Río de Janeiro, un evento que representa una prueba crucial para la diplomacia del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Desde su retorno al poder, Lula ha proclamado que "Brasil está de vuelta", marcando un giro respecto a las políticas de su predecesor Jair Bolsonaro, especialmente en áreas clave como el medio ambiente y los derechos humanos.
El mandatario de 79 años buscará usar esta plataforma para consolidar a Brasil como mediador global en un contexto marcado por múltiples tensiones internacionales.
Con una agenda centrada en la crisis climática y los desafíos económicos, Lula pretende que la cumbre sea un espacio para la cooperación global, dejando de lado los conflictos en Ucrania y Medio Oriente.Sin embargo, la cumbre no está exenta de tensiones políticas.
A pesar de la participación de Joe Biden, ante la reciente victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos genera interrogantes sobre posibles cambios en la dinámica global.
Además, Lula decidió no invitar al presidente ruso Vladímir Putin, sujeto a una orden de arresto de la Corte Penal Internacional, lo que subraya el delicado equilibrio diplomático que Brasil intenta mantener.
Uno de los puntos más destacados será el lanzamiento de la Alianza Mundial contra el Hambre y la Pobreza, una iniciativa promovida por Lula con el objetivo de combatir estos flagelos de cara a 2030.
Brasil financiará la mitad de los costos administrativos del proyecto, estimados en 10 millones de dólares, mientras que países como Noruega ya han mostrado interés en contribuir.
El acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur también regresa al centro de las discusiones.
Este tratado, que lleva dos décadas en negociación, busca eliminar más del 90% de los aranceles entre ambos bloques y crear una de las mayores zonas de libre comercio del mundo.
No obstante, enfrenta oposición, especialmente de sindicatos agrícolas europeos, que critican la falta de estándares ambientales y sociales en las exportaciones sudamericanas.
Mientras que las críticas al acuerdo no se han hecho esperar, en Europa, organizaciones agrícolas han convocado manifestaciones para el 18 de noviembre, argumentando que las condiciones actuales del tratado podrían favorecer importaciones masivas de productos sudamericanos que competirían deslealmente con los europeos.
Aspectos como el uso de forrajes transgénicos y antibióticos en la ganadería sudamericana son puntos clave del debate.
En paralelo, Lula ha dejado claro su mensaje crítico hacia las políticas neoliberales durante su participación en el G20 social, un foro que reúne a representantes de ONG y movimientos sociales. "Si los líderes no asumimos nuestras responsabilidades, ustedes deben marcar la diferencia", afirmó Lula, llamando a la acción colectiva frente a las desigualdades económicas y políticas que, según él, socavan las democracias.
El presidente brasileño aprovechó este espacio para denunciar la creciente desconexión entre los intereses de los mercados y las demandas sociales.
Su mensaje resuena en un momento en que las tensiones entre los países ricos del Norte y las economías emergentes del Sur son más evidentes que nunca.