Este jueves, el Papa Francisco visitó la cárcel femenina de Roma para llevar a cabo la celebración de la misa del Jueves Santo. Desde su silla de ruedas, participó en la tradición de lavar los pies a doce reclusas, una práctica que imita el gesto de Jesús con sus discípulos durante la Última Cena.
Las doce mujeres, muchas de ellas visiblemente emocionadas o llorando, se ubicaron en una plataforma mientras el Papa Francisco, llevando un mandil blanco y siendo conducido en su silla de ruedas debido a sus problemas de movilidad, pasaba ante ellas para lavar y luego besar sus pies.
Antes de este gesto, el Papa improvisó una breve homilía centrada en el perdón, aunque no la leyó como suele hacer, debido a problemas respiratorios relacionados con una gripe que ha padecido recientemente.
En sus palabras ante las reclusas y el personal de la institución, Francisco destacó la importancia del perdón, recordando que Jesús, al lavar los pies de sus discípulos en el Jueves Santo, demostró su vocación de servicio y su disposición constante a perdonar.
El Papa compartió una anécdota personal sobre el perdón y la paciencia de Jesús, y luego procedió a lavar los pies, enfatizando el gesto como un llamado al servicio.
La visita del Papa a esta prisión, la más grande de su tipo en Italia, es parte de su tradición de celebrar la misa del Jueves Santo en lugares de sufrimiento en la sociedad moderna, en lugar de la catedral romana, la basílica de San Juan de Letrán.
En sus once años de pontificado, Francisco ha llevado a cabo esta celebración en diversas instituciones, desde cárceles hasta centros de refugiados y residencias de enfermos.
A pesar de su reciente gripe, el Papa leyó su homilía con normalidad durante la visita a la cárcel femenina. Se espera que el viernes presida el Vía Crucis de Viernes Santo en el Coliseo Romano, evento para el cual ha preparado personalmente unas meditaciones.