CIUDAD DE MÉXICO, octubre 2 (EL UNIVERSAL).- Su alta silueta no intimida, sino todo lo contrario: ánima a darle un vistazo al mundo a través de una nueva mirada. Ella, definitivamente, está a otra altura, pero una donde los conceptos científicos complejos se pueden traducir en soluciones claras.
La científica húngara Katalin Karikó parte en unas horas a su laboratorio en Alemania, donde trabaja su equipo de BioNTech en Mainz, pero por ahora sus recuerdos la llevan a México. Al azul de sus playas, a encuentros familiares, a monumentos olímpicos.
Es generosa con sus memorias. Su amplia sonrisa se abre aún más cuando habla de su hija Susan, atleta biolímpica de canotaje. Bromea y dice que después de 40 años sin recibir reconocimiento alguno, ahora no recuerda muy bien qué otro premio le toca recoger en los siguientes meses, así que quizá ya le pueda decir a su hija que ahora ella también es famosa.
"A Susan siempre la veía rodeada de personas que le pedían su autógrafo y me reconocían, pero por ser su mamá. Me gustaba sobre todo ver a las niñas a su lado, preguntándole cosas sobre el deporte que practica. Creo que eso es precisamente lo que disfruto de que de pronto adquieras notoriedad: que los reflectores sobre mi trabajo ayuden a inspirar de alguna forma a alguien más", asegura.
Pero la doctora Karikó lo demuestra más allá de las palabras. Está rodeada de diversas generaciones de científicas, cuya admiración es evidente. A su lado está la doctora Hailan Hu, que pasó de ser un talento emergente a una experimentada laureada en los premios L'Oreal-UNESCO y cuya trayectoria en el estudio neurobiológico de las emociones muestra nuevas esperanzas en la lucha contra la depresión.
Hay otra parte del concepto de fama que a la doctora Karikó le da un poco de gracia, como el hecho de que personajes como Bill Gates la consideren con especial atención, pero de igual forma agradece a todos aquellos científicos que durante muchos años despreciaron sus ideas porque les parecían demasiado atrevidas. Dice con un aire de picardía: "Me rechazaban fondos para las investigaciones y hasta me despidieron alguna vez, pero lo único que lograron es que fuera aún más perseverante. Por eso lo que siempre digo es que si verdaderamente te apasiona algo, simplemente no lo puedes soltar".
Platicamos con Katalin Karikó en el contexto del premio Para Mujeres en la ciencia L'Oreal-UNESCO, entre una entrevista formal y varios encuentros fortuitos que condimentan y prolongan sus ideas.
La primera pregunta tiene que ver con su trabajo en ARN mensajero (ARNm) con el que se logró una nueva generación de vacunas contra el Covid-19. La retrospectiva ocurre a dos años del inicio de la pandemia.
El inicio de la historia de Katalin se remonta al 17 de enero de 1955, en Szolnok, ciudad medieval al centro de Hungría, donde le gustaba trepar a los árboles para espiar entre los nidos a los pájaros y verlos salir del cascarón. Pero otro de sus inicios es cuando comienza su pasión por el ARNm. El momento se difumina entre varias pasiones, pero se aproxima más cuando a los 23 años aceptó un puesto en el Laboratorio de Química de Nucleótidos del Instituto de Biofísica, en la Academia de Ciencias de Hungría.
Aunque ya se conocía la existencia de este material desde la década de 1960, aún faltaba mucho para obtener una molécula estable de ARNm artificial, elemento crucial en la técnica de las vacunas contra el Covid-19 de Pfizer/BioNTech y Moderna. Sin embargo, en ese momento inició su pasión por la síntesis de moléculas que ya empezaba a ponerle peso a su historia.
Las vacunas de ARNm contra el Covid-19 se basan en el genoma del coronavirus, en concreto en el gen que codifica para la proteína S, pero la molécula se modifica para aumentar su estabilidad y facilitar que la célula sea capaz de leerla, traducirla y sintetizar la proteína viral. "La vacuna de BioNTech contiene ARN mensajero sintético, una copia fabricada de forma artificial de una sección del material genético del virus SARS-CoV-2".
Katalin ejemplifica trayectos de un largo recorrido de pruebas para lograr esta estabilización. "El trabajo científico de darse cuenta de los errores; probar una y otra vez, cambiar porcentajes, intentar nuevos procesos. Ese es el motor de cualquier trabajo de este tipo porque buscas algo que no existe, no es algo que puedas simplemente ordenar", afirma.
Muchos le decían una y otra vez que era imposible que se tratara de un material que se pudiera estabilizar. "En ciencia, nuestro escenario es lo desconocido. Hicimos muchas cosas, cada cosa fue probada porque nadie sabía en realidad cómo funcionaba; cada paso era desconocido y nosotros simplemente tratamos de irlos dando. Finalmente lo que se logra es una plataforma tecnológica que puede funcionar para muchas cosas, además de las vacunas, como terapias génicas".
"El futuro está en realidad en el pasado", señala cuando se le pregunta por el siguiente paso en sus investigaciones. "En realidad, lo del Covid-19 empezó hace tres años, pero los estudios con los que empecé a trabajar hace 40 años no buscaban de manera específica esto, sino que la molécula de ARNm fuese efectiva y estable sin producir rechazo en el cuerpo y que de esta manera se pudiera emplear en terapias, para beneficio, por ejemplo, de la gente que ha sufrido un infarto. La buena noticia es que la regeneración cardiovascular con la tecnología del ARNm, acaba de dar sus primeras pruebas acertivas en febrero pasado, cuando se inyectó una proteína al músculo cardiaco en una operación de bypass".
De esta forma Katalin Karikó explica cómo una de sus grandes metas acaba de alcanzarse, pues se probaron favorablemente ensayos clínicos en fase avanzada de esta técnica que podría beneficiar un espectro amplio de enfermedades cardiovasculares.
Además de seguir con estudios en múltiples aplicaciones terapéuticas con la premisa de que las propias células del cuerpo pueden producir las moléculas necesarias para combatir enfermedades, la científica señala que las demás líneas de investigación también siguen un camino favorable. "En el caso de las vacunas contra malaria y tuberculosis aún no se pasa a la etapa de ensayos clínicos, pero esperamos que suceda muy pronto, mientras seguimos con estudios más precisos para su entendimiento". "Cuando llegó este virus, todo estaba listo... las partes que tienen que funcionar, por el trabajo que ya desarrollábamos contra la influenza".
Por otra parte, la vacuna contra el VIH ha tenido un buen recorrido. Su socio y su mejor aliado en sus desarrollos científicos, el inmunólogo Drew Weissman, ha dicho que en menos de una década se podría tener una vacuna efectiva para este virus.
Cuando le pregunto a la científica si el siguiente premio es el Nobel, no hace más que sonreír y evade con humildad lo que pudiera ser una realidad cercana, sobre todo después de recibir una cascada de reconocimientos que incluyen, entre muchos otros, el premio Lewis S. Rosenstiel, una especie de preámbulo para el Nobel de Química que ella podría recibir en un futuro cercano, junto con Weissman, su aliado en el laboratorio.
Karikó sabe que es la nueva rock star de la ciencia. Se divierte con el título, pero señala que en realidad el reconocimiento es la suma de mucha gente apasionada por lo que hace. Quienes la reconocen, le piden autógrafos y fotos; ella es generosa con todos. Ríe, abraza y disfruta platicando. Le interesa conocer a los demás y trata de ser empática sin importar lo que hagan. Cuando nos toca hacer un trayecto en conjunto en el auto me enseña el reconocimiento que recibió como Laureada 2022 For Women in Science en París. La bioquímica de ojos claros y mirada curiosa sonríe orgullosa. "El mejor consejo que se le puede dar a cualquiera es ser necio". Subraya que se trata una virtud que es imposible desdeñar cuando quieres algo.
Karikó sabe que es la nueva rock star de la ciencia.
Karikó iba por Nobel de Química, pero se llevó de Medicina
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