San José, COSTA RICA / EL Universal Repletas de retórica, las repetidas proclamas políticas lanzadas en el siglo XXI por los gobiernos de México, Estados Unidos, Centroamérica, Colombia y Ecuador para prometer resolver la crisis migratoria en América e impulsar un tránsito legal, ordenado y seguro se quedaron en el papel, mientras una realidad que rompió fronteras y discursos continuó avanzando en 2023 del sur al norte de continente: un alud de migrantes irregulares.
Una nueva avalancha de viajeros de América, Asia y África creció este año y, sin visas y con sobornos, engaños y otras tretas, cruzó por la temible selva del Tapón del Darién, en el occidente de Colombia y el oriente de Panamá, rumbo a México y Estados Unidos, y amenazó con agudizar el conflicto migratorio continental.
El fenómeno podría convertirse en el mayor movimiento del siglo XXI de hombres y mujeres, con miles de menores con o sin compañía que buscan superar pasos limítrofes de Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, entrar a México, viajar hacia la frontera y entrar a Estados Unidos.
"Por decreto no se solucionan los problemas", afirmó la hondureña Karla Rivas, coordinadora de la (no estatal) Red Jesuita con Migrantes Centroamérica, de Honduras.
"Los convenios, acuerdos, legislaciones y encuentros comprometen a los gobiernos. Como sociedad civil, nos sirven para recordarles los compromisos internacionales que asumieron y para presionar y asegurar esa voluntad política", dijo Rivas.
"Cuando los gobiernos comprometen esa voluntad en convenios, sean o no vinculantes, no se resuelve la migración".