Teherán, Irán.- El candidato reformista Masoud Pezeshkian ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Irán, superando al candidato de línea dura Saeed Jalili al prometer acercarse a Occidente y facilitar la aplicación de la ley obligatoria del velo en el país después de años de sanciones y protestas que presionaron a la República Islámica.
Pezeshkian no prometió cambios radicales en la teocracia chiita de Irán en su campaña y desde hace tiempo considera al líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, como el árbitro final de todos los asuntos de Estado en el país.
Pero incluso los modestos objetivos de Pezeshkian se verán desafiados por un gobierno iraní que todavía está en manos de partidarios de la línea dura, la actual guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza y los temores occidentales de que Teherán enriquezca uranio hasta niveles cercanos a los necesarios para la fabricación de armas.
Un recuento de votos ofrecido por las autoridades colocó a Pezeshkian como ganador con 16.3 millones de votos frente a los 13.5 millones de Jalili en las elecciones del viernes.
Pero la victoria de Pezeshkian todavía coloca a Irán en un momento delicado, con altas tensiones en Medio Oriente por la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, el avance del programa nuclear iraní y una inminente elección en Estados Unidos que podría poner en riesgo cualquier posibilidad de una distensión entre Teherán y Washington.
Más de 61 millones de iraníes mayores de 18 años estaban habilitados para votar, de los cuales unos 18 millones tenían entre 18 y 30 años. La votación debía finalizar a las 6 de la tarde, pero se extendió hasta la medianoche para impulsar la participación.
El difunto presidente Ebrahim Raisi, que murió en un accidente de helicóptero en mayo, era considerado un protegido de Jamenei y un potencial sucesor como líder supremo.
Aun así, muchos lo conocían por su participación en las ejecuciones masivas que Irán llevó a cabo en 1988 y por su papel en la sangrienta represión de la disidencia que siguió a las protestas por la muerte en 2022 de Mahsa Amini, una joven detenida por la policía por llevar presuntamente de forma indebida el pañuelo obligatorio en la cabeza, o hijab.