La presidenta prooccidental de Moldavia, Maia Sandu, ha asegurado su reelección en una crucial segunda vuelta electoral, superando a Alexandr Stoianoglo, un candidato respaldado por Rusia.
Según la Comisión Electoral Central (CEC), con casi el 99% de los votos contabilizados, Sandu obtuvo el 55% de los sufragios, mientras que Stoianoglo alcanzó el 45%.
Esta victoria representa un alivio significativo para el gobierno moldavo, que ha apoyado fuertemente la candidatura de Sandu y su deseo de estrechar lazos con Occidente en el camino hacia la adhesión a la Unión Europea.
Tras proclamar su victoria poco después de la medianoche, Sandu declaró: "¡Moldavia, son los vencedores!, queridos moldavos, haber dado una lección de democracia que merece estar escrita en los libros de historia".
En su discurso, también denunció un "ataque sin precedentes" a la democracia del país, señalando supuestos esquemas de compra de votos y interferencia electoral por parte de fuerzas externas y grupos criminales.
La participación electoral alcanzó más de 1,68 millones de votantes, lo que equivale aproximadamente al 54% del electorado habilitado.
La gran diáspora moldava, que votó en números récord, mostró un apoyo claro a Sandu.
Sin embargo, el proceso electoral estuvo marcado por acusaciones de compra de votos y coerción a los votantes, lo que ha generado preocupaciones sobre la integridad del sistema democrático en Moldavia.
Antes del recuento final, Stoianoglo instó a la unidad y al respeto por la voz de todos los votantes, aunque no ha comentado públicamente su derrota.
Las acusaciones de fraude electoral fueron respaldadas por informes de la policía moldava, que revelaron pruebas de transporte organizado de votantes, lo que es ilegal según el código electoral.
Además, se registraron amenazas de bomba en centros de votación en el extranjero, lo que se interpretó como un intento de interferir en el proceso electoral.
Stanislav Secrieru, asesor de seguridad nacional, advirtió sobre la interferencia rusa y los ciberataques dirigidos a interrumpir la votación.
En este contexto, los fiscales moldavos han afirmado que el oligarca exiliado Ilan Shor organizó un plan de compra de votos que implicó pagos a votantes a través de un banco ruso.