Multitudes de sirios celebraron el domingo la caída del presidente Bashar al Asad, tras un golpe de grupos rebeldes, encabezados por islamistas radicales, que derrocaron su gobierno y pusieron fin a más de medio siglo de dominio de la dinastía Al Asad.
El mandatario, que gobernó con mano de hierro durante 24 años, abandonó el país tras presentar su dimisión.
En Damasco, la casa de la familia Al Asad fue saqueada tras la entrada de los insurgentes en la capital, mientras decenas de personas se congregaban en las calles para celebrar la caída del gobierno. En la plaza de los Omeyas, los combatientes gritaban "¡Siria es nuestra, no es de la familia Asad!" mientras disparaban al aire.
La rebelión, que comenzó el 27 de noviembre con una ofensiva en la provincia de Idlib, ha dejado más de 900 muertos, incluidos civiles, y ha desplazado a más de 370,000 personas, según la ONU.
El líder de la coalición rebelde, Abu Mohamed al Jolani, llegó a Damasco para pronunciar un discurso en la famosa mezquita de los Omeyas, donde declaró que Siria había sido "purificada".