El K-pop es uno de los productos culturales más destacados de la cultura popular coreana, un género musical que, con su singular sonido, fusión de tradición y modernidad, y un meticuloso diseño de personajes, ha cautivado a los jóvenes de todo el mundo.
El K-pop surgió a principios de la década de los 90, teniendo como precursor al grupo Seo Taiji and Boys, quienes proponían una música y un estilo inspirado en el pop estadounidenses, despertando el interés de un público acostumbrado al folk y al trot. Siguiendo esta propuesta, en 1995 surgió la compañía SM Entertainment, especializada en el entrenamiento de artistas musicales, que lanzó la primera banda: H.O.T.
Con el tiempo, el K-pop llegó a todo el mundo alcanzando un gran éxito que impulsó el surgimiento de nuevas agrupaciones como Super Junior, SHINee, Girls Generation y Brown Eyed Girls. Para afianzar su posicionamiento mundial, las bandas adoptaron tendencias musicales regionales, fusionadas con su cultura, con exponentes como EXO, BTS, GOT7, A Pink, Twice, Red Velvet, y demás.
El triunfo del K-pop tiene una particularidad y es que los artistas tienen un estilo, belleza, carisma, habilidades y comportamiento ejemplar. Estos son sometidos a un intensivo programa de entrenamiento, diseñado por SM Entertainment, en el que perfeccionan sus habilidades en canto y baile; aprenden relaciones públicas y comportamiento ante medios, y se diseña su imagen, con la finalidad de que se conviertan en modelos a seguir.
En el éxito internacional del K-pop el fandom es clave. Se estima que esta industria ha alcanzado a más de 89 millones de seguidores en 113 países, y aunque la mayoría de los fans están en Asia del este y Oceanía (70.5 millones y 457 clubes), también son significativos en América (11.8 millones y 712 clubes) y Europa (6.5 millones y 534 clubes), según datos de 2018 de la Fundación Corea y el Ministerio de Relaciones Exteriores.