La violencia implícita está presente en las novelas finalistas del V Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, dijo el escritor peruano Fernando Iwasaki sobre la obra de los mexicanos Brenda Navarro, Cristina Rivera Garza y David Toscana, los colombianos Héctor Abad Faciolince y Piedad Bonnett, y del español Juan Tallón. Seis novelas que, a decir del escritor Raúl Tola, director de la Cátedra Mario Vargas Llosa, tienen "enfoques muy distintos, pero con realidades comunes marcadas por la violencia".
Será este domingo, cuando el jurado, presidido por Soledad Álvarez, decidirá cuál de estas obras se hará con el V Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, dotado de 100 mil dólares y alcance internacional.
Sea a partir del feminicidio de su hermana, en el caso de Rivera Garza en "El invencible verano de Liliana"; desde la exploración de la autonomía de la gente sobre su propio cuerpo, tema de "Ceniza en la boca", de Navarro; desde la enfermedad y la posibilidad de salvación mediante un trasplante, en el caso de Abad Faciolince en "Salvo mi corazón, todo está bien". O sea desde la reflexión de la vejez en las mujeres detonado por la remodelación de una cocina, como lo hace Bonnett en "Qué hacer con estos pedazos"; del juego de un antihéroe que emula a los protagonistas de la literatura rusa en "El peso de vivir en la tierra", de Toscana; o de la ficción de España a partir de la desaparición de una obra de arte de 36 toneladas, de Tallón en "Obra maestra", las obras poseen alta dosis de violencia.
Así es el fondo de estos seis trabajos finalistas al Premio que será entregado por Mario Vargas Llosa el domingo en la clausura de la V Bienal Mario Vargas Llosa, que lleva por tema "Literatura para tiempos recios" y que está dedicada a la memoria del promotor cultural Raúl Padilla López, fallecido en abril pasado.
"Existe una violencia explícita en la literatura, pero hay también una violencia que es implícita y es una violencia que, como decía Cortázar en su teoría del cuento, lo importante no es lo que está en la foto, es lo que queda fuera de la foto", dijo Fernando Iwasaki. La violencia que "no vemos, pero se ejerce", como en las seis novelas, cuyos autores analizan y dan cuenta de su proceso creativo.
EL TIEMPO, UN ALIADO PARA ESCRIBIR
"'El invencible verano de Liliana' (Literatura Random House) es un libro que yo había querido escribir por muchos años y no había podido", aseguró Cristina Rivera Garza, quien dijo que escribirla le ha costado toda una vida de andar preguntándose cosas, de explorar estrategias literarias y pensar la mejor manera de abordar un hecho, por desgracia tan común en el mundo contemporáneo, siendo especialmente grave en países como México, aunque por supuesto no es ni intrínseco ni limitado a la realidad mexicana. "Me interesaba no concentrarme, no centrar todo en el momento del crimen porque es así como olvidamos, es así como estas tragedias pasan a convertirse en números o en estereotipos".
También Bonnett tuvo que atravesar varias novelas y dejar correr muchos años para escribir "Qué hacer con estos pedazos" (Alfaguara), tras publicar un libro sobre el suicidio de su hijo, un libro de poemas que se desprendió de ahí y también otro libro que es sobre un chico que cae en la indigencia. "Vengo como de una época de gravedad y ahí sentí que necesitaba cerrar eso y salir de ahí para siempre, y tenía esta idea de la remodelación de una cocina que tenía pendiente como un cuento cómico esperándome ahí; y de repente en pandemia se me iluminó, como el detonante de una reflexión sobre la dificultad de las relaciones familiares".
SOBRE LA VIDA Y LOS PROPIOS CUERPOS
Brenda Navarro quiso en "Ceniza en la boca" (Sexto Piso) hacer una exploración sobre la autonomía de las personas sobre su propio cuerpo y vida. "Es este viaje en el que la humanidad de los personajes se pregunta si realmente tienen una capacidad de decisión de lo que les sucede y ponen de manifiesto cómo hay una violencia estructural dentro de la familia, que es un tema que a mí me interesa muchísimo porque es lo que sostiene al Estado-Nación".
Por su parte, Héctor Abad Faciolince también quería escribir esta historia desde hace muchos años, la idea de un cura que espera un trasplante, "esa idea me interesaba, pero como la vida hace lo que le da la gana, escribiendo esta novela me enfermé yo del corazón y entonces terminó siendo también, a mi pesar, una novela sobre mí mismo. Así que uno quiera o no, termina escribiendo siempre el mismo libro. Yo me autoenfermé y necesitaba meterme en el personaje".
Con un toque artístico e histórico
En "El peso de vivir en la tierra" (Alfaguara), Toscana regresa a la raíz de su literatura: Don Quijote, que ha abordado desde distintos ángulos. "Ahora me tocó verlo, otra vez, como ese lector que quiere vivir su vida a través de las novelas; el mío lee novela rusa y quiere emular a sus protagonistas, que se les ha dado en llamar antihéroes. Lo que él quiere es tocar más cercanamente la condición humana y comprender que como una vida no nos alcanza para tanto, hay que inventarse modos de vivir otras vidas".
Por último, Tallón espero al menos 10 años para escribir "Obra maestra" (Anagrama) para la que tuvo que investigar, acumular muchas cosas sobre la historia y dar en la forma de contarla, "no sabía cómo escribirla, parto de algo meramente anecdótico, una escultura extraordinariamente pesada y voluminosa que se pierde, y de ahí construir algo más significativo: la historia de un país donde una escultura puede esfumarse, aunque pesa 38 toneladas. ¿Cómo es un país en el que eso pasa y no sucede nada, no hay dimisiones, no hay ceses?".