"Las cartas tienen el poder de engrandecer la vida", sostiene el escritor británico Simon Garfield en su ensayo Posdata. Curiosa historia de la correspondencia: libro que leí hace algunos años, pero que regresó a mi cabeza tras la lectura de Las cartas del Boom (2023), ingente trabajo editorial (a cargo de Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos) que reúne buena parte de la correspondencia cruzada entre Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. "Hubo un tiempo en el que el mundo funcionaba gracias al correo", continúa Garfield para luego rematar: "Las cartas desempeñaban la función de lubricante de la interacción humana y propugnaban la dispersión de ideas". Sus palabras pueden aplicarse para describir este voluminoso tomo: hubo un tiempo en que la literatura latinoamericana se fraguaba a través de papeles privados, de mensajes escritos en papel (a mano o a máquina), doblados y guardados en sobres lacrados y estampillados.
Los editores del libro definen al Boom como un movimiento y un momento de la narrativa de América Latina. No se equivocan. Y por ello establecen un modelo de periodización que va de la segunda mitad de la década del cincuenta hasta 1976 (cuando Vargas Llosa golpeó a García Márquez en un cine de la ciudad de México). Exageran, en cambio, cuando afirman que América Latina sólo ha figurado cuatro veces en el "escenario mundial": durante la conquista y la colonización (sic), al estallar las independencias en el siglo XIX, en la década del veinte, y en los años sesenta con el Boom. Una primera pregunta surge, y creo que con ella basta: ¿dónde quedaría el modernismo? Concuerdo con ellos cuando señalan importancia del libro. Doy por sentado el valor testimonial de los documentos recopilados. Añado otro: la prosa de estas cartas representa, ¡oh ironía!, el "antídoto" contra la sobre experimentación y los innumerables quiebres temporales que los narradores y protagonistas de esta historia llevaron hasta el extremo en sus años de esplendor creativo.
Leídas en conjunto, una tras otra, estas cartas conforman una nueva novela: pieza de no ficción que cuenta las peripecias de una cuarteta de escritores latinoamericanos que buscaba obsesivamente un lugar en el canon de la literatura occidental. "Por lo visto, nuestro verdadero destino está en la literatura epistolar", exclamaba García Márquez en una carta a su amigo Carlos Fuentes. En ese momento (2 de noviembre de 1968), Gabo ya vivía en Barcelona, su residencia tras el éxito descomunal de Cien años de soledad. Un año antes, cuando la novela del colombiano acababa de salir de las prensas argentinas, Carlos Fuentes le había confesado a Julio Cortázar (el 21 de julio): "Acabo de leer Cien años de soledad y siento que he pasado por una de las experiencias literarias más entrañables que recuerdo". El mismo Cortázar le había explicado a Fuentes (el 4 de mayo de 1966, después de leer Cambio de piel), que tras la lectura de una gran obra "no hay que dejar pasar ese clima de posesión que desata un hermoso libro, hay que estar todavía dentro de él cuando se trata de decir algo que no sea crítica literaria o filológica a secas".
Los cuatro eran conscientes de su excepcionalidad (real o imaginada) y renegaban, por tanto, de las tradiciones autóctonas y de la crítica local: "Tenemos, por primera vez, todo por decir, todas las maneras para decirlo y también todo el polo receptivo internacional", le expresaba emocionado Carlos Fuentes a García Márquez en una carta fechada en París el 15 de abril de 1966. La incomprensión de la crítica les molestaba, pero sobre todo los enaltecía. Su diagnóstico resultaba radical: Latinoamérica poseía "una literatura creativa en plena expansión y una crítica ignorante, improvisada y ruin" (de nueva cuenta Fuentes a García Márquez: 24 de febrero de 1967).
En cada una de estas misivas está el testimonio de un proceso y de una transformación. Y nosotros las leemos ahora como si fueran una larga postdata: una escritura que se desborda de su cerco temporal. Enmarcada en una circunstancia histórica (el paso de América Latina de ser una región joven y con futuro al llamado "tercer mundo", durante la guerra fría; la revolución cubana; los movimientos sociales y el auge de la sociedad civil en la década del sesenta; y, finalmente, la irrupción de las dictaduras locales y la guerra sucia en los setenta), la correspondencia del Boom es el testimonio de un anhelo (ser un escritor profesional) en medio de una tormenta (la siempre inestable realidad latinoamericana). Ingredientes ideales para una gran novela de aventuras y desventuras.