En una de sus cartas, san Pablo pidió se haga oración por las autoridades (ver 1Tim 2, 1-2). Aprovechemos este Domingo de Pentecostés para encomendar al Espíritu Santo a los líderes mundiales, cuyas malas decisiones pueden hacer mucho daño a millones de personas. Pidamos para ellos en especial los 7 dones del Espíritu Santo:
Sabiduría
Que no consiste en saber mucho, sino en saber elegir lo mejor, que siempre será cumplir la voluntad de Dios.
Pidamos que los líderes no busquen que se haga su propia voluntad, que puede estar enturbiada por deseos de dominar, explotar, avasallar a otros países o incluso a su propio pueblo. Que sepan ejercer su poder para hacer el bien.
Entendimiento
Para comprender y hacer vida la Palabra de Dios.
Muchos líderes son cristianos, incluso citan la Biblia, pero para justificar atropellos. Pidamos al Espíritu Santo que los mueva a dejarse iluminar por la Palabra de Dios y sea ésta la lámpara que alumbre sus pasos.
Ciencia
Para discernir cómo usar rectamente sus bienes y capacidades.
Los líderes gastan millones de dólares en municiones, misiles, tanques... Ello no sólo perpetúa la guerra y la violencia, sino distrae valiosos recursos que podrían usarse en otros combates, como el combate contra el hambre y la enfermedad en países donde la gente muere de inanición y de males curables, o en proyectos como el de crear redes de ductos y acueductos para que las lluvias torrenciales no inunden ni arrasen, sino fluyan hacia donde haya sequía. Pero se requiere destinar el dinero a construir, no a destruir. Pidamos al Espíritu Santo que las palabras del profeta Isaías no sólo estén grabadas en una pared de la ONU, sino se graben en los corazones de los líderes; que de las espadas se forjen arados, de las lanzas podaderas, y nadie se adiestre ya para la guerra (ver Is 2, 4).
Consejo
Para dejarse guiar por los criterios de Dios, no por los del mundo.
Muchas voces se alzan para azuzar a los líderes a entrar en conflictos cada vez más grandes y graves. Pidamos al Espíritu Santo les recuerde que el Señor dejó un solo mandamiento: amarnos unos a otros como Él nos ama (ver Jn 13, 34) y una regla de oro: tratar a otros como queremos ser tratados (ver Mt 7,12).
Fortaleza
Para no flaquear en hacer el bien aunque haya dificultades. Es más fácil pelear que dialogar, gritar que escuchar, amenazar que ceder. Pidamos al Espíritu Santo que dé a los líderes la fortaleza de elegir el camino del respeto mutuo y la paz, aunque sea el más difícil.
Piedad
Para amar lo que es de Dios.
Muchos líderes se avergüenzan de su fe, la niegan, se dicen católicos pero gobiernan con criterios opuestos a los del Evangelio o incluso atacan o permiten se ataque a la Iglesia.
Pidamos al Espíritu Santo que dejen su indiferencia y reconozcan que sólo Dios da sentido a la existencia.
Temor de Dios
Que no es tenerle miedo, sino temer ofenderle.
Jesús dijo que a quien más se le pidió se le exigirá más (Lc 12,48).
Pidamos al Espíritu Santo que ayude a los líderes a gobernar con la conciencia de que cada decisión tiene consecuencias; que un día Dios los llamará a juicio, y deberán rendirle cuentas sobre cómo usaron su poder: ¿para hacer el bien o para su propio beneficio?