Con motivo de la exposición Mujeres en la Historia. Historia de las Mujeres. Una exposición con perspectiva de género, los domingos 16 y 23 de enero a las 16:00 horas, se ofrecerá la charla- taller Mujeres bordando… y luchando, a cargo de Cordelia Rizzo, en el Museo del Noreste.
Para la instructora, en la historia reciente, el bordado -y otras técnicas textiles- ha servido a algunos colectivos para protestar por las injusticias en México y Nuevo León, siendo una forma de protesta poco convencional de lucha política y denuncia de la violencia.
Para formar parte de este diálogo y taller no se necesita saber bordar, pero sí inscribirse en el link https://www.-eventbrite.com.mx/e/mujeres-bordando-y-luchando-tickets-241178460267, ya que el cupo es limitado.
Cordelia Rizzo Reyes es académica, activista y creadora textil. Es candidata a doctora en Estudios de la Perfor-mance por la Universidad de North-western. Su investigación se centra en el tacto en las artes textiles como medios de comunicación política. Su labor de producción académica surge de la experiencia en formación de redes de solidaridad trasnacional por la paz en México -desde 2010- en la plataforma Nuestra Aparente Rendición y lue-go Fuerzas Unidas por Nuestrxs De-saparecidxs en Nuevo León en 2012.
Hilando Historia
Históricamente, el aprendizaje y la práctica de las llamadas labores de mano, realizadas a partir del empleo de hilos y agujas, fue propiciada en el virreinato de la Nueva España, calificando esta actividad como “decente, honesta y delicada”, perfectas para el ejercicio femenino.
La Historia de los indios de la Nueva España (1541), escrita por Toribio de Benavente “Motolinía”, señala que Isabel de Portugal, reina consorte del rey Carlos I de España, dictó a un grupo de “mujeres devotas españolas” que se establecieran en el virreinato para instruir a las niñas indias para que pudieran “ser casadas”, destacando el coser, labrar y bordar como prácticas paralelas al aprendizaje del cristianismo.
Los dechados (muestrarios de labores de aguja, en los que se representan diversas técnicas de bordado) mexicanos más antiguos datan de 1784, son similares a sus contemporáneos españoles en composición y formato, pero se distinguen por las formas y motivos que recogen: los españoles se caracterizan por diseños geométricos de repetición por franjas tareas, mientras que los mexicanos añaden motivos vegetales, animales y personajes trazados a partir del delineado de sus formas.
Existen numerosos ejemplares de los dechados durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, algunos se enmarcaron y colocaron en los muros de las casas; otros se regalaron a amistades, seres queridos o visitas.
En estos bordados, las flores constituían un “jardín virtuoso”: los lirios refieren a la pureza y castidad; el clavel a la obediencia y penitencia; el amaranto a la unión y fraternidad; el jazmín a la sencillez y simplicidad; las rosas representan pureza, amor, humildad, misericordia, amor a Dios, belleza y sabiduría. Asimismo, se representaron animales e insectos, destacando ovejas, perros, aves, monos, venados, ardillas, conejos, caballos y toros.
También se realizaron dechados con frases de amor y desamor, con pictogramas, son comunes las cruces o los corazones en llamas, monogramas de vírgenes, símbolos de Cristo y custodias.
La iconografía política fue visible a través de la representación de la heráldica y símbolos patrios que sugieren ideas conservadoras en el contexto político de la primera mitad del siglo XIX, y en los más tardíos la exaltación patriótica.
Cada pañuelo o lienzo bordado relata una historia de dolor a través del color de los hilos: rojo para los asesinatos, verde para las desapariciones, morado para los feminicidios y negro para los periodistas muertos o desaparecidos.