La visión de la miseria

Otoño está adelantándose un poco, con sus aires frescos y su lluvia continua y constante en el día a día

Pensar o no pensar, he ahí el dilema

Olga de León G.

Las noches se me han vuelto demasiado largas y los días tan cortos. Va caminando el tiempo y pareciera que me deja atrás, porque no le alcanzo el paso. Y, sin embargo, no me perdona nada, ni siquiera mi eterno cansancio. 

Otoño está adelantándose un poco, con sus aires frescos y su lluvia continua y constante en el día a día. Mas -por esta región- eso puede ser un simple espejismo o camuflaje del tiempo. Y, mañana, volverá a brillar el sol y calentará a la tierra, como si fuese verano.

Pensar es una acción tan simple que pareciera que no cuesta ningún esfuerzo, pero quienes así piensen, saben muy poco acerca de tal hecho, cuando lo es, cuando sucede; porque, aunque otros pensamos que siempre se da, que nunca podemos estar con la mente en blanco, es decir, sin pensar en algo, resulta que siempre hay espíritus contradictorios y otros tan perezosos que ni siquiera se detienen a reflexionar en lo que los mueve a pensar o no pensar en tal o cual cosa (cualquiera) que se les atraviesa o los golpea para comprobar siquiera si están vivos, desmayados o ya inexistentes: ni su propio ser o no ser, les inquieta. 

Solo como mera retórica de mi constante reflexionar en la vida, el tiempo, la eternidad, lo efímero y la muerte, me atrevo a decir en voz alta, a ratos: ¡cómo quisiera ser invisible!, para que nadie me critique por lo que pienso y digo, o lo que no pienso ni digo. ¡Ah!, y no preocuparme de nada, pero realmente de nada.

No obstante, como me sé espíritu contradictorio y negado a aceptar cualquier eventualidad como hecho irrefutable o verdad absoluta, recapacito y acepto que las críticas tienen su lado positivo, sean de buena fe o de mala leche. Nos ayudan y dan luz al cerebro que está abierto, y entiende que nada que se lucubre en él es perfecto ni absoluto. Por eso, vale la pena tener los oídos libres de resabios y examinar bajo la luz de la razón toda crítica... Una vez pasado el enojo y la ira (si fuere el caso) porque alguien se hubiese atrevido a juzgarnos. 

En fin, ya fue demasiada introducción, mucha crema para nuestros tacos, y ni siquiera sabemos aún, si nos saldrán bien hechos y de buen sabor. Es importante y necesario que ya entremos en materia, aclarando previamente, que este texto no es para debatir sobre religión, ni creencia alguna. Trato de filosofar, por favor aléjese de estas líneas quienes ya tienen de antemano una respuesta divina o el recurso de Dios, en la punta de la lengua, esto es otro asunto, aquí ni se meta usted con sus creencias, No, por favor, tratemos de pensar. Dejémonos de salidas simplistas y sin ciencia alguna.

Usted, mi apreciable lector, cuántas veces al día piensa, o por lo menos cree que piensa y, ¿reflexiona? Distingue entre ambos conceptos o supone que son sinónimos. No, ¿verdad? Bien, ¿realmente todos pensamos todo el tiempo?, o ¿existirán momentos en los que pensamos más y otros, en los que lo hacemos menos? Pensar es distinto de tener conciencia del acto de pensar. ¿Será?, ¿voy bien, o me regreso?

¿Estaré filosofando o divagando? Y, ¿por qué he iniciado este debate tipo monólogo sin opción de réplica?, o la hay, y no quiero reconocerla. No lo sé. Qué se, qué puedo saber, pequeño humano, si el mismo Sócrates declaró no saber nada, cuando expresó: "Solo sé que no se nada". Y, eso ya fue saber algo importante, reconocerse ignorante ante la grandeza del conocimiento.

Por otra parte, como mente que se identifica con Aristóteles, antes que con el idealista de Platón; y con Heráclito, padre de la ciencia y el movimiento y la transformación, antes que con la inercia y la inmovilidad o la eternidad de las cosas, como pudo pensar Parménides con sus carros alados tirados por ángeles (idea adaptada y adoptada por los padres de la Iglesia, para darle sustento a las creencias religiosas por encima de la verdad y la ciencia). 

Las cosas y seres que ve reflejadas el hombre de las cavernas de espalda al único orificio por donde entra la luz del sol (la verdad), ciertamente son las sombras, pero la realidad no son las ideas que pueblan el "Topus uranos", sino las que están afuera, lejos de su alcance, porque efectivamente, el hombre de las cavernas no piensa todo el tiempo, es un pobre ignorante sujeto con grilletes a las ideas que le imponen los que lo mantienen en ese estado.

Con la anuencia de Sócrates, admito también, que: "Solo sé que no sé nada". Pues pienso, mas no por eso existo, sino a la inversa: "Existo, luego pienso".

Cinco versiones

Carlos A. Ponzio de León

Anécdota contada a mi Madre: "Fui con Rubencito a un bar en Garibaldi. Fue un error; es un barrio muy peligroso. Estaba con algunos de sus amigos, por el cumpleaños del hijo de uno de sus compadres. Una cosa familiar. También estuvieron amigos cercanos, que son como familia. Yo había ido al trabajo y de ahí me pasé a la posada de la oficina. Casi no tomé porque tenía la reunión con Rubencito. Para cuando llegué con él, ya habían visitado varios lugares durante la tarde y quisieron cerrar con mariachis. Se hizo tarde en el sitio y algunos se fueron, pero Rubencito y yo seguimos platicando. Nos trajeron vasos de hielo seco para las cervezas que aún no nos acabábamos. Nos corrieron. Rubencito salió por la puerta y de mala saña, el guardia lo empujó y yo le regresé el empujón a él. Se dejaron venir los meseros. Fue cuando me abrieron el labio".

Contada a mi mejor amigo: "No güey, me fue en feria. Resultó una santa borrachera... Rubén y sus compadres comenzaron a la una de la tarde, yo los alcancé como a las cuatro. Toda la tarde bebiendo. Visitaron diez cantinas en total. Que esa era la manera correcta de festejar la mayoría de edad del hijo de uno de los compadres de Rubén. Llegamos a la décima cantina y yo estaba fumigado. Recuerdo muy poco. Bailé con alguien, pero no me acuerdo ni con quién. Solo recuerdo el final, con Rubén, parado en la pista de baile. No sonaba música. Ya solo estaban los empleados de la limpieza. No sé por qué no nos íbamos. Total, al final nos corrieron. Nos dieron vasos para echar las cervezas. Rubén salió y la vieja en la puerta le dio un empujón. Yo se lo regresé y que se dejan venir varios meseros. No vi ni quién me metió el chingazo.

Contada a mi novia: "Tuve un mal día. Ayer fue la fiesta de las diez cantinas por el ahijado de Rubén. En algún lado le echaron algo a mi bebida. Todavía no anochecía y yo fui al cajero porque casi no traía efectivo, y ya ves que a mí no me gusta pagar con tarjeta en esos lugares; soy muy cuidadoso. Total, llegamos a la décima cantina. Yo ya no quería seguir y resulta que ya iban a cerrar. Decidieron que mejor terminábamos en Garibaldi. Y yo dije: Ahí si voy, para comer algo y que se me baje el dolor de cabeza. Estuve sentado toda la noche, platicando con Rubencito, haciendo planes para el próximo evento de Hostal. Ni la comida me bajó la ebriedad. Todo mundo andaba muy animado y al final, ya para irnos, hubo trifulca, a Rubén lo empujaron y que me pongo a la defensiva y se dejaron venir entre varios. Me dieron un chingazo".

A la terapeuta: "El viernes me fue muy mal; terminé golpeado. Estuve contento toda la tarde, bebiendo con amigos en el centro. Se trataba de uno de esos recorridos de diez cantinas en una tarde porque el hijo de alguien cumplía dieciocho años. Supongo que lo normal hubiera sido beber una cerveza en cada sitio, pero a mí se me fueron las cabras y no hice cuentas. Me eché varias cervezas en cada bar. Ya conocía algunos sitios de cuando voy al centro a las tiendas de música. Son básicamente cantinas de barrio, aunque no por eso baratas. Total, en la última hubo golpes. Yo no estaba en condiciones de pelear, ni soy peleonero. La última vez que peleé fue en primaria. Pero ayer me abrieron el labio y la ceja. De ahí, al hospital. Me cocieron con varias puntadas. La pena que pasé el lunes siguiente en el trabajo. Dije que el taxi en el que andaba había chocado".

Al oficial de policía: "Buenas noches, oficial. No fue nada: golpes de animales: me dieron: yo no pude golpear a nadie. Afortunadamente no pasó a mayores. Estamos bien. Aquí el único que salió atropellado fui yo, porque a mi amigo no le hicieron nada. La traían contra mí. Y créame que no traía ni un cinco en la cartera, así que ni robarme pudieron. Salieron volando mis lentes. Como se imaginará, yo no sé pelear. Con estos lentes, pues ¿cómo? Y con los aparatos auditivos, menos. Los dos salieron volando. Afortunadamente, un indigente vio dónde cayeron los aparatos auditivos. Me dio mucha pena que yo no traía ni un cinco para regalarle una moneda al hombre. Y ni cómo localizarlo ahora. No es que yo no quiera poner una denuncia, pero si esto va a tomar tiempo y hay que trasladarse a la delegación, pues ahí muere, me quedo con mis golpes y ya".