La planta de los paisajes mexicanos

Más allá del pulque, tequila y mezcales, el cultivo de agave y el uso de sus derivados han creado un paisaje distintivo de la literatura, las películas

Más allá del pulque, tequila y mezcales, el cultivo de agave y el uso de sus derivados han creado un paisaje distintivo de la literatura, las películas, la música y las artes. Uno de los cultivos más representativos de tierras mexicanas es el agave en cualquiera de sus variedades. Esta planta se encuentra en 75 por ciento del territorio nacional, aunque algunas regiones concentran más especímenes que otras.

Son interminables las historias sobre el agave. Manuel Payno, por ejemplo, escribió en 1864 que el valor de una finca depende de la calidad de sus plantíos: “Los magueyes representan un valor fabuloso. Habría hacendados cuya finca valdría ocho millones de pesos”.

Alrededor del agave también se tejen relaciones humanas y anécdotas familiares. Para el señor Jesús Fonseca, fotógrafo profesional con más de 90 años de vida, la planta le recuerda a su esposa Isaura, con quien compartió 50 años.

El joven matrimonio acostumbraba ir de vacaciones a Hidalgo y recorrían los campos en busca de unas larvas llamadas “chícharas” que crecen entre los magueyes. “Dos cuñados tienen un terreno grandísimo, en las vacaciones siempre íbamos ahí y a mi esposa le gustaba sacar los gusanitos del maguey, muy sabrosos”.

Don Jesús fotografió el movimiento estudiantil de 1968, figuras públicas, eventos noticiosos y varios rincones del país, como los cultivos de maguey en Singuilucan, Hidalgo, experiencia que le dejó conocimientos sobre el campo:

“El agave pulquero sirve como lindero, es decir, para marcar los límites de los terrenos y también para evitar erosiones, pues el maguey se da en un terreno semiárido y entonces cuando vienen las lluvias fuertes provocan erosión”, dice.

Explica que la planta es útil para fabricar tejidos o cuerdas y los desechos secos se utilizan como combustible. Incluso las cenizas sirven para lavar trastes. Del agave nada se desecha, ni siquiera su recuerdo: “Mi esposa era hermosa, se llamaba Isaura Escamilla Barraza. Estuvimos casados cincuenta y tantos años. Soy viudo desde hace treinta”, dice don Jesús.

En la región geográfica que hoy ocupa México, el uso del agave inició hace unos siete mil años. Estas plantas se reproducen gracias a murciélagos, colibríes y algunos insectos que transfieren el polen de una flor a otra. Sin embargo, otras especies de agave mueren después de reproducirse.

El género Agave, en sentido estricto, es endémico de América. De las casi 200 especies al menos 150 se encuentran en México, más otras 36 que pertenecen a diversas categorías. Las plantas se distribuyen desde el sur de Estados Unidos hasta Colombia y Venezuela, de acuerdo con un artículo de Abisaí García Mendoza, doctor en biología de la UNAM.

El cultivo de agave es parte de la identidad mexicana y los paisajes no son la excepción. Alrededor de esta actividad se tejen relaciones humanas y fue una de las primeras plantas que los pobladores de Mesoamérica aprovecharon. En náhuatl lo nombraron “metl” o “mexcametl”. En purépecha, “tocamba”. Y en otomí, “guada”. El nombre de “maguey” lo adquirió con la llegada de los españoles, quienes adoptaron esa palabra de los nativos del Caribe.

En 2006 los paisajes de agave de Tequila, Jalisco, fueron declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO

Los estudios indicaron que la planta se usa en la región desde hace dos mil años en bebidas fermentadas y fibras textiles.

La distinción incluye la protección de vestigios arqueológicos de cultivos de agave en terrazas, templos y terrenos de juego de pelota que datan del 200 al 900 a.C. 

Así que el agave como producto de la naturaleza también se asocia con significados culturales que las personas le han asignado.