Nicaragua mide 130 370 kilometros cuadrados, un poco más que el estado de Durango, y tiene 6 703 000 habitantes. El PIB per cápita es de 2 055 dólares, el de México de 10 045. En el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU, que mide el nivel de bienestar de los países, Nicaraga tiene 0.667 puntos y ocupa el lugar 126 (2021) y México 0.758 puntos, el lugar 86 entre 191 países (2022).
En América Latina, Nicaragua es el tercer país más pobre depués de Haíti con 1 560 dólares per cápita y Venezuela con 1 620 dólares per cápita (2023). El 72% de la población de Nicaragua es cristiana, el 25% no profesa ninguna religión y el 3% otras religiones. De los cristianos, los católicos son el 40 % y los evangélicos el 32 %.
En los últimos 20 años los fieles católicos viven un claro descenso y los fieles de las distintas iglesias evangélicas un crecimiento constante. La dictadura de Nicaragua, que encabeza el presidente Daniel Ortega, y la vicepresidenta, Rosario Murillo, su esposa, ha tenido un actitud hostil hacia la Iglesia católica en particular a partir de 2018.
Ese años hubo levantamientos populares en contra de la dictadura, que el gobierno sofocó con una represión que dejó 355 muertos, 2 000 heridos y 1 600 detenidos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Una parte de los sacerdotes y de los obispos apoyó a los manifestantes. La dictadura perdió credibilidad y apoyo entre la población. Si en 2021 se hubieran dado elecciones verdaderas, Ortega y Murillo las habrían perdido, de acuerdo a todas las encuestas.
A partir de entonces la dictadura empezó el ataque frontal contra la Iglesia y de 2018 al incio de 2023 se cuentan ya 250 agresiones, que se inscriben en la lógica de una persecusión sistemática. La Iglesia católica en Nicaragua está dividida y hay un sector de la jerarquía, que a pesar de los golpes del régimen, mantiene cercana relación con él.
El sector de sacerdotes y obispos más comprometidos con el Evangelio, con la democracia y la justicia, y más cercanos a la población son los que enfrentan la represión del gobierno. Ese sector es la única voz todavía libre en el país y la que por todas las vías quiere callar la dictadura. Por ahora ha recurrio a la expulsión, al destierro y a la cárcel de sacerdotes y religiosos. Todavía no al asesinato.
La dictadura acusa a ese sector de la Iglesia, sin prueba alguna, de invitar a la rebelión, de socavar las instituciones del Estado, de promover el odio y de traición a la patria. En los años por venir, la situación de ese sector de la Iglesia se verá cada vez más golpeado, ahora el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, ha sido sentenciado a 26 años de cárcel.
Ante esta situación, que no se ve como pueda majorar, resulta difícil entender la estrategia del papa y el Vaticano, para enfrentar la persecusión que vive la Iglesia en Nicaragua. En todo momento su reacción ha sido muy débil ante la gravedad de los acontecimientos y en ningún momento han criticado a la dictadura y a los dictadores.