La evolución de los propósitos de Año Nuevo

Fue Julio César quien, en el año 46 a.C., estableció oficialmente el 1 de enero como inicio del año con la implementación del calendario juliano

CIUDAD DE MÉXICO.- La tradición de establecer propósitos al inicio de un nuevo año es una práctica profundamente arraigada en la historia de la humanidad.
Aunque en la actualidad suele asociarse con objetivos personales como mejorar la salud, las finanzas o el desarrollo profesional, su origen se remonta a civilizaciones antiguas que vinculaban el inicio del año con ciclos naturales, ceremonias religiosas y compromisos colectivos.
De acuerdo con National Geographic, existen registros históricos indican que una de las primeras culturas en formalizar esta práctica fueron los babilonios, hace más de 4 mil años.
Para ellos, el Año Nuevo no comenzaba en enero, sino en marzo, durante el equinoccio de primavera, momento clave para la agricultura. En ese contexto, los propósitos estaban relacionados con promesas a los dioses, como devolver objetos prestados o saldar deudas, con el fin de asegurar prosperidad y estabilidad durante el nuevo ciclo.
Otras civilizaciones también desarrollaron rituales similares. En el antiguo Egipto, el inicio del año estaba determinado por la salida heliaca de la estrella Sirio, fenómeno que coincidía con la crecida del río Nilo y garantizaba la fertilidad de las tierras. En este periodo se realizaban ceremonias para honrar a los dioses y reafirmar compromisos sociales y espirituales.
Más adelante, el Imperio Romano adoptó la costumbre de dedicar el inicio del año al dios Jano (deidad de los comienzos y las transiciones). El mes de enero, que deriva de su nombre, simbolizaba la mirada simultánea hacia el pasado y el futuro. Durante este periodo, los ciudadanos renovaban votos de lealtad y prometían mantener el orden social.
Fue Julio César quien, en el año 46 a.C., estableció oficialmente el 1 de enero como inicio del año con la implementación del calendario juliano, una base directa del calendario que se utiliza en la actualidad.
Con el paso del tiempo y la secularización de las sociedades, los propósitos de Año Nuevo dejaron de estar ligados exclusivamente a lo religioso o comunitario y se transformaron en compromisos personales. En la era moderna, estos objetivos reflejan valores individuales como la autorrealización, la disciplina y la mejora continua.
Investigaciones en ciencias sociales han documentado lo que se conoce como el "fresh start effect" (efecto de nuevo comienzo), un fenómeno por el cual hitos temporales como el inicio de un nuevo año actúan como marcadores psicológicos que fomentan la reflexión sobre el pasado y la definición de nuevas metas personales. Sin embargo, estudios como el publicado en PLOS ONE muestran que las resoluciones de Año Nuevo tienen más éxito cuando se estructuran con apoyo y objetivos bien definidos, y tienden a fracasar con mayor frecuencia cuando carecen de planes realistas o sistemas de apoyo que sostengan la intención inicial.
A pesar de ello, la persistencia de esta tradición demuestra su relevancia cultural. Más allá de su cumplimiento, los propósitos de Año Nuevo siguen funcionando como un ejercicio colectivo de reflexión, heredero de rituales antiguos que, aunque transformados, continúan dando sentido al inicio de cada ciclo anual.