Hace tiempo, justo en agosto, mes que la Iglesia dedica al Inmaculado Corazón de María, me preguntaba una persona cristiana no católica que por qué creemos que María era Inmaculada y que no le gustaba ese título porque la hacía sentir que María seguramente la despreciaría a ella que era pecadora, que prefería pensar que María era pecadora, que la sentía más cercana.
Le respondí que es un dogma de la Iglesia, es decir una verdad que no cambia y hay que creer, que María fue concebida sin pecado original. Y se deduce de la Biblia. A María se le aplica lo que dice san Pablo sobre la Iglesia (ver Ef 5, 27), por Cristo es Inmaculada. No podía ser pecadora la que albergó en su seno al Hijo de Dios, así que al ser concebida la preservó del pecado original. A nosotros nos salvó Jesús después de nacidos, a Ella antes de nacer. Como dijo Juan Duns Scoto: ´podía, convenía y lo hizo.´
Y respecto a que por ser Inmaculada María despreciaría a los pecadores, es todo lo contrario, como no tiene pecado, nada le impide amar y compadecerse. A nosotros en cambio nuestro pecado (el egoísmo, el rencor, la frialdad de corazón) crea una barrera que nos hace indiferentes a las miserias de los demás. Ello no pasa con María. Por ser Inmaculado su Corazón es todo amor, totalmente compasivo, es decir, padece con el nuestro, se duele con nuestros dolores y se alegra con nuestras alegrías.
No podíamos tener mejor Madre a la cual acudir con la certeza de hallar verdadera empatía y algo más: su poderosa intercesión, pues Ella intercede amorosa por nosotros y sabe lo que necesitamos aun antes de que se lo pidamos.