Buenos Aires, Argentina.-El coleccionista argentino Eduardo Costantini nunca ha tenido delante la pintura Diego y yo. La obra que la mexicana Frida Kahlo pintó en 1949 y por la que este empresario acaba de pagar 34,8 millones de dólares (unos 30 millones de euros), un nuevo récord para el arte latinoamericano, solo la ha visto en libros, catálogos y hace un par de meses en la casa de subastas Sotheby’s.
“Me sorprendió enormemente y empecé a fantasear con la idea de la compra. Por suerte no escaló en el precio”, cuenta días después de la adquisición.
La pintura de Kahlo es un autorretrato de la artista con lágrimas en los ojos, que tiene al pintor mexicano Diego Rivera —con el que estuvo casada dos veces— dibujado pequeño sobre su entrecejo, con un tercer ojo. “Siempre me atrajo mucho porque muestra la relación íntima de ella con Diego. Fue una mujer a flor de piel, con una vida muy dramática cruzada por su accidente, el impedimento de ser madre y su gran amor a Diego Rivera. Tuvieron una relación muy tortuosa y la volcó en sus pinturas. Esa angustia que muestra en Diego y yo se supone que es por el affaire de Rivera con [el ícono del cine mexicano] María Félix”, describe Costantini. Fue el último autorretrato de busto realizado por la pintora mexicana antes de su muerte, en 1954.
El cuadro recién adquirido desbancó del podio de artistas latinoamericanos más cotizados a Rivera. “Subió en general todo el arte latinoamericano, pero Frida más aún porque tiene poca obra y es muy atractiva. Los coleccionistas la aman. Es la artista más visitada en Google después de Leonardo da Vinci”, dice Costantini. El empresario es también dueño de Baile en Tehuantepec, la obra de Rivera que compró en 2016 por 15,7 millones de dólares y ostentaba el récord de la obra más cara hecha por un latinoamericano.
La pasión de Costantini por Kahlo se remonta a décadas atrás. En 1995, en una subasta en Nueva York, se vio obligado a elegir entre la citada pintura de Rivera y Autorretrato con chango y loro, de la artista mexicana. Eligió esta última —por la que desembolsó 3,1 millones de dólares, unos 2,6 millones de euros—, una decisión que asegura que volvería a repetir.
Como otras joyas de su colección, Diego y yo se exhibirá de forma temporal en el Museo de Arte Latinoame-ricano de Buenos Aires (Malba), fundado por Costantini en 2001. Será la primera vez que el público pueda tener acceso a la pintura desde 1998, cuando se exhibió por última vez. Desde entonces había permanecido en una colección privada de Texas (Estados Unidos).
Costantini hizo su fortuna con los negocios inmobiliarios, como el barrio privado de Nordelta, a orillas del delta del Paraná. Pero a los 23 años no tenía los 2.000 dólares que pedían por un retrato de Antonio Berni y se decantó por un cuadro de Leopoldo Presas. Esa fue su primera adquisición.
“Compré espontáneamente, emocionalmente. No tenía presupuesto y no sabía de arte. Comencé a aprender después: [El coleccionista] Ricardo Esteves me enseñó y compartimos el amor por el arte”, recuerda. Hoy es una rara avis en Argentina, donde el mercado de coleccionistas es pequeño y los valores del arte local están a gran distancia no solo de los de México, sino también de los de Brasil y Colombia.