Ciudad de México.- La venganza, la violencia, la migración, la religiosidad, la infancia y la monstruosidad humana habitan los doce cuentos reunidos en Sacrificios humanos (Páginas de Espuma, 2021), que marcan el retorno de la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero y su exploración obsesiva a las historias de mujeres agredidas y desaparecidas, niños abusados, relatos de marginación, desigualdad e infierno.
“Mis historias vienen un poco del mea culpa, de decir ahí está la realidad y nadie hace nada, yo no estoy haciendo nada, escribo estos cuentos nada más”, afirma la narradora y plantea que todos podemos ser el demonio del otro, “estas historias son mi manera de no ser tibia y cómplice”.
María Fernanda Ampuero entró a la ficción en 2018 con el libro de cuentos Pelea de gallos, antes escribió dos libros de crónicas; ahora vuelve con seres marginados, débiles, sobrevivientes.
¿Contar la realidad es tu manera de actuar?
-Crecí con una formación religiosa muy humanitaria, más que culposa, de ayudar a los demás y entonces constantemente yo me planteo sí estoy haciendo suficiente; veo las noticias, veo lo que está pasando en México con los haitianos y veo lo que está pasando en Ecuador con los venezolanos y lo que pasa con las afganas, y digo qué más puedo hacer; veo el maltrato animal, veo la prostitución infantil y me crecen las ganas de venganza, de agarrar un machete y cortar cabezas; de ahí viene un poco esta forma mía de escribir que es tan visceral y tan furiosa de repente.
¿Escribir para sacudir al lector y no se quede callado?
-Por lo menos lo intento; mientras dura el libro agarrarle la cabeza al lector y decirle tienes que ver esto. Intento sostenerte la cabeza de una manera que no puedas dejar de mirar hacia el frente y que no te escapes y que no te vayas a ver la última serie de Netflix, que no vayas a un libro más perfumado que el mío. Es mi manera de no ser tibia y cómplice.
¿Es verdad, escribes para vengarte?
Como persona debería estar gritando a los cuatro vientos que ¿cómo es posible que México, un país emigrante como pocos, haga eso a los haitianos? es súper doloroso verlos con sus niños en los brazos y sus maletas llorando y diciendo: “sólo queremos una oportunidad”, pero peor que eso no desgarre el corazón de todo el mundo y que todo mundo diga: “¡venga Presidente, necesitamos que estas personas puedan vivir!” Porque el problema de la migración no es que quieras irte sino que no puedas quedarte, como Afganistán.
¿Eres feminista optimista?
-No soy optimista por naturaleza pero siento mucho optimismo de las nuevas generaciones, de esas chiquillas que salen en México o en Berlín o en Chile, las de “El violador eres tú”, que no tienen miedo a nada y que se suben al Ángel y hacen pintadas y ponen la frente y dicen: “cada niña asesinada es mucho más importante que tu pinche estatua”, que en este país hay demasiadas.
Las veo con cierta ternura porque en nuestra generación nadie hablaba de eso, nadie consideraba que si tu papá era violento con tu mama era un problema. Pero de alguna manera nosotras sobrevivimos a toda esa violencia, pero hay mujeres que asesinaron y que le llamaron crimen pasional, a mi tía más querida la asesinó su ex novio y nadie se fue a parar afuera de la Fiscalía. Han tenido que pasar 20 años para darme cuenta del horror de no haberlo mirado desde el feminismo, decir que nos matan, nos violan y nos atacan porque nos odian.