CIUDAD DE MÉXICO.- Un inquietante descubrimiento en Somerset, Inglaterra, ha sacudido los cimientos de la arqueología y la antropología. Investigadores de la Universidad de Oxford desenterraron restos humanos en un pozo de 15 metros de profundidad en Charterhouse Warren, revelando una masacre sin precedentes ocurrida durante la Edad de Bronce.
Los hallazgos, publicados en la revista Antiquity bajo el título "Los ángeles más oscuros de nuestra naturaleza", exponen un nivel de violencia y deshumanización que desafía todo lo que creíamos saber sobre las primeras sociedades humanas.
Los restos de 37 personas, entre hombres, mujeres y niños, muestran evidencias claras de una muerte violenta. Cráneos fracturados y traumatismos causados por objetos contundentes reflejan un acto sistemático y deliberado de asesinato. Sin embargo, lo que más ha desconcertado a los científicos es la intención detrás de estas acciones.
Junto a los huesos humanos, se encontraron restos de animales mezclados en el mismo pozo. Esta combinación no apunta al hambre o la supervivencia, sino a un acto simbólico de degradación y deshumanización. "Este descubrimiento no habla solo de muerte, sino de un intento de borrar a estas personas como individuos y como grupo", explican los autores del estudio.
Los motivos detrás de esta masacre siguen siendo un misterio. No se han identificado conflictos por recursos ni tensiones étnicas en la región. Los investigadores especulan que la violencia pudo haber surgido de conflictos sociales o rivalidades internas. "Tal vez un robo, una ofensa o una disputa escaló hasta este acto de barbarie. Pero la magnitud de la violencia y la metodología utilizada nos deja con más preguntas que respuestas", señalan los expertos.
Este hallazgo desafía la idea de que la violencia extrema es un fenómeno asociado exclusivamente a sociedades complejas. En la Edad de Bronce, un período que a menudo se asocia con avances tecnológicos y sociales, también había lugar para actos de brutalidad inimaginable.
El pozo de Charterhouse Warren no solo aporta detalles escalofriantes sobre un episodio olvidado de la historia, sino que también invita a reflexionar sobre la naturaleza humana. Este descubrimiento nos enfrenta a una verdad incómoda: la capacidad para la violencia extrema no es nueva, sino una sombra persistente en nuestra evolución como especie.