Eric Taladoire, profesor emérito de la Universidad de París I Sorbona, ofreció la conferencia El juego de pelota en Mesoamérica: un estado de la cuestión en 2022, en la décima edición del Coloquio William Breen Murray, Construcciones y representaciones del mundo en el México prehispánico, histórico y actual
A pesar de una historia compleja, la perpetuación del juego de pelota como rasgo cultural en Mesoamérica, desde el preclásico media hasta nuestros días, en ambientes tan diferentes como la costa del Pacífico hasta los desiertos del noroeste de Mesoamérica, hacen del juego de pelota un elemento primordial de la definición de la cultura de la región, afirmó Eric Taladoire.
“No es una casualidad la adopción del juego de pelota en Arizona, sino el reconocimiento completo del valor político, social y religioso del juego de pelota mesoamericano”, sostuvo el antropólogo francés.
El profesor emérito de la Universidad de París I Sorbona ofreció la conferencia El juego de pelota en Mesoamérica: un estado de la cuestión en 2022, en la décima edición del Coloquio William Breen Murray, Construcciones y representaciones del mundo en el México prehispánico, histórico y actual.
Taladoire destacó que, con todo, el total de casi tres mil canchas registradas en Mesoamérica implica que, a lo largo de la evolución de esta región y el sureste de los Estados Unidos, el juego de pelota “es un tema muy amplio y muy complejo” y que tuvo un profundo significado que no puede interpretarse.
El especialista mencionó que ha logrado registrar hasta septiembre de 2022 en Mesoamérica y el sureste de Estados Unidos dos mil 988 canchas de juego de pelota, pero apenas 386 están lo suficientemente excavadas para asegurar su identificación definitiva, por lo que “queda mucho por hacer al respecto”.
Durante su ponencia, Taladoire señaló una serie de contratiempos en el registro de las canchas del juego de pelota del mundo prehispánico y aseguró que la identificación provisional de varias canchas fue errónea, por lo que se eliminaron de la lista.
Algunas de ellas, siendo identificaciones superficiales no fueron confirmadas, por lo que casi 300 canchas tienen un coeficiente de fiabilidad de cerca de cero por falta de datos o de seguridad de identificación y de excavación.
En otras ocasiones, conforme con los distintos proyectos, un mismo sitio puede tener varios nombres; o también muchas canchas han desaparecido para siempre bajo presas, como los casos de La Angostura o Chicoasén, mientras que otras han sido destruidas o han quedado con huellas de vandalismo, como la de Manzanilla, hoy llamada La Resurrección.
“La existencia de canchas aisladas podría justificarse como criterio de definición de límites entre dos entidades vecinas o rivales por conflictos de tierra, por ejemplo; estaríamos presenciando un aspecto específico del papel del juego como medio de resolución de conflictos o por el papel político del juego de pelota como modo de integración”, expuso.
Taladoire desechó la tesis de que la orientación de las canchas obedecen a criterios astronómicos, pero, “a mis ojos, la orientación de una cancha no resulta significativa por sí misma, si no en relación con los edificios vecinos y asociados dentro de un mismo sitio”.
El catedrático indicó que, en la mayoría de los casos, salvo en las canchas aisladas, las canchas se encuentran ubicadas en los centro rituales, cerca de los palacios y los templos; incluso, definen el carácter público de muchos conjuntos, como en El Tajín, Chichén Itzá, Toniná o La Milpa.