El nacimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene tras de sí orígenes profundos y una historia larga de gestación que comenzó en un museo con sus gabinetes científicos y su producción académica.
Hoy es una institución que día a día desempeña varias funciones simultáneamente, y gracias a la cual muchas de las herencias y valores culturales se mantienen vivos.
Nació por decreto presidencial de Lázaro Cárdenas del Río, el 3 de febrero de 1939, con personalidad jurídica y patrimonio propio.
En pleno siglo XXI, la variedad de funciones que desempeña rara vez coexisten en una dependencia: un ente educativo con tres escuelas de nivel superior, que a la vez es un centro académico que cuenta con centros de investigación y laboratorios especializados; es también una autoridad y un organismo técnico y normativo para la protección del patrimonio arqueológico, histórico y paleontológico, que realiza inspecciones, asesorías, dictámenes, peritajes, atiende denuncias y aplica la ley en el territorio nacional.
Asimismo, es una entidad que se ocupa de administrar una extensa red de espacios culturales al servicio de la ciudadanía, conformada por 194 zonas arqueológicas habilitadas a la visita pública, incluida la primera de tipo paleontológico, y 162 museos de tipo nacionales, metropolitanos, regionales, de sitio, locales y comunitarios
Las tareas del INAH se han incrementado continuamente, en correspondencia con una concepción del patrimonio cultural cada vez más inclusiva y orgánica, por la necesidad constante de identificación y registro de sitios arqueológicos, por la apertura, operación y mantenimiento de nuevos museos y zonas, por la multiplicación de las tareas de atención, protección legal y técnica del patrimonio arqueológico e histórico, por la instauración de los Centros INAH en todos los estados de la República Mexicana.
Así como por el crecimiento y catalogación de acervos y expansión de servicios de consulta en bibliotecas y archivos, por la especialización en las materias de su competencia, por las obligaciones que conlleva la atención del Patrimonio Mundial en nuestro territorio -México ha inscrito 35 sitios en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco y 10 elementos en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad-; por la cifra de visitantes nacionales y extranjeros en los espacios culturales bajo su custodia que, en 2022, superaron los 14 millones.