Bajo tu resplandor

Un día pactamos vivir siempre juntos: ese fue el destino que nos forjamos y construimos todo en derredor de ese principio

Iluminación mortal

Carlos Alejandro Ponzio de León

"No firmes", le dijo la mujer a su esposo, "eres una persona muy sana, vas al gimnasio, llevas buena alimentación y nunca te enfermas". El marido guardó silencio. Observó la mesa de la cocina que tenía frente a él donde se encontraban apilados los formatos que le habían pedido llenar: Los nombres de los beneficiarios que recibirían diez millones de pesos en caso de fallecimiento; el contrato que aseguraba la educación universitaria de los dos hijos en una escuela privada y la lista de hospitales donde los gastos médicos se encontrarían cubiertos en caso de enfermedad mayor. Pero el asunto involucraba un pago mensual que no le era despreciable, casi el diez por ciento de su salario mensual. Su mujer prefería que ahorraran para salir de vacaciones el verano siguiente.

Hacía quince años que no visitaban la playa. Ella soñaba con pisar, aunque fuera por última vez en la vida, la arena del mar, enterrar bajo ella sus pies, como si se tratara de barro húmedo de una civilización milenaria, curativo, capaz de relajar la planta de los pies, recorriendo con calma los muslos, la espalda, los hombros y el cuello, hasta llegar a la coronilla de la cabeza, sembrando salud en el interior de cuerpo; anhelaba recostarse en un camastro bajo la sombra de una palmera y beber una piña colada, servida en la cavidad de un coco, mientras observaba el ir y venir de las olas, hasta que sintiera la necesidad de caminar unos metros bajo el sol para ir a meterse al agua cristalina, color verde aqua, hasta hundirse en un mar de delicadezas sobre la piel. El hombre tenía como fecha límite para la entrega de la papelería: la mañana siguiente.

Había tenido un día difícil en la oficina. Sobre la decisión que creía haber tomado dos días antes, de contratar el seguro, ahora se encontraba inseguro. No tenía la mente clara y le pidió consejo a su mujer. Ella apagó el televisor para prestarle toda su atención y darle opinión. Fue tajante: "No firmes. Gloria solo te quiere sacar dinero". La agente de seguros de vida, la dichosa Gloria, era una vieja amiga de su esposa; pero no podía sostenerle la oferta durante más tiempo. Los precios que la compañía ofrecía habían subido hacía un mes. Así es que debía tomarse una decisión en ese momento.

Arturo se levantaba diariamente a las cinco de la mañana para arribar al gimnasio a las seis. A las siete estaba en la ducha y a las ocho conducía rumbo a la oficina. Desayunaba fruta y yogurt, comía salmón, pescado o carne roja y cenaba un cereal. Tampoco faltaban legumbres, ni vegetales, en su dieta. A las nueve de la noche se acostaba agotado; pero amanecía con la energía desbordada. Saltaba de la cama como un muchacho de veinte años y no como el cincuentón en el que estaba a punto de convertirse.

Y efectivamente, como le dijo su mujer, durante todo el año, el hombre no enfermó de nada. Únicamente sufrió de unas hemorroides que le aparecieron al regresar de las soñadas vacaciones. Fue a consultar y el médico le recetó unas pastillas: "Reduce las sentadillas; unas tres semanas", también le dijo. Volvió a sacar cita con su doctor porque las pastillas no resolvieron el problema y cada vez sentía mayor debilidad en el gimnasio. El médico le ordenó hacer exámenes de sangre y los resultados mostraron anemia. "Hay que operarlas", le dijo el doctor. Dos semanas después, el marido entraría al quirófano para una operación sin trascendencia. A pesar de que recibiría anestesia general, solo permanecería en el hospital diez horas. Por lo noche dormiría en su propia casa y una semana más tarde podría regresar a hacer ejercicio, gradualmente.

La situación se desarrolló conforme al plan. Arribó a la clínica a las seis de la mañana, dejó su ropa en un casillero blanco, se sentó en bata en un sillón cómodo, azul, para que le sacaran una muestra de sangre y media hora después, lo llevaron cómodamente, en camilla, al cuarto de operaciones.

Ya lo esperaba el anestesiólogo. Un joven recién graduado que le preguntó si bebía. "Una vez al mes, con los amigos". El mozo en bata blanca apuntó los detalles sobre las rutinas diarias de ejercicio y la alimentación del paciente. Lo único que no estuvo planeado, fue la dosis de anestesia. A final de cuentas, la administró un inexperto. 

Luego del funeral, la esposa realizó una llamada a la agente de seguros. "¿Viste?", respondió la agente de seguros, "¡Te oponías a que Arturo contratara el plan! Yo hago los trámites, no te preocupes", respondió la vendedora del seguro del otro lado de la línea telefónica.

"Amor del bueno"

Olga de León G.

"Hoy (no) quiero escribir los versos más tristes (de) esta noche...", ni quiero ser poeta de la nostalgia o la melancolía... Quiero sí, oírme cantar de alegría, reír a los cuatro vientos, gozar el gozo de estar vivos y vivir cada día como si fuera el último vivido.

Quiero ir por el mundo con una gaita celebrando al astro mayor de todos los días, al sol brillante de la primavera como del verano u otoño. Quiero mirar al cielo por las noches, y descubrir un nuevo amanecer escondido detrás de las estrellas. 

Quiero escuchar de tus labios junto a mi rostro, mi nombre, pronunciado sin prisa y muy quedo; y quiero devolverte en una mirada tranquila, mi amor eterno. 

Quiero escribir como nunca antes lo he hecho. Quiero vivir en cada uno de tus sueños, y que tú vivas dentro de los míos.

Quiero mirar la luna cuando duermo y soñar que tú eres mi ángel, mi duende y mi pesar de todos los pesares. El alivio para los males, la miel que endulza lo amargo de esta vida, el calmante para mis dolores, la risa que se me pierde por las noches y se esconde entre los cerros que circundan mi espacio, cuando el sol brilla en lo alto.

Quiero, quiero tanto y tanto, pero nada alcanzo. ¿Será que pido demasiado, o es que mis anhelos y ansias solo saben andar por lo alto? O, quizás alcanzo mucho más de lo que quiero, pero me engaño y asumo que nada logro, para sorprenderme cada día con algo nuevo.

Quiero que me quieras como yo te amo, con todo el corazón y con el alma entera. Que nadie ni nada te mienta sobre mi amor, porque amor más puro y completo como el mío no hay en el mundo. Amar y querer sí son lo mismo, quien lo niega habla de pamplinas, de enredos y conceptos, no de acciones ni sentimientos.

Quiero que me sueñes mientras duermes, que yo siempre sueño contigo: despierto o dormido, solo sueño con nosotros dos... Y, nosotros es lo mismo que tú y yo.

-Júrame que me quieres hoy como ayer, y no menos me querrás mañana. Por mi parte, yo te juro que te he amado más que a mí mismo, y como solo se ama una vez en la vida, ¡y a una sola y la misma mujer!

-Te lo juro y prometo, que no te dejaré jamás. Porque amor que abandona a un amor, nunca fue tal; ni sabe -verdaderamente- amar. Ya para dejar de hablar con palabras y conceptos, he de decirte que si tú un día piensas irte de mi lado... Por la razón o argumento que esgrimas en tu defensa y contra mi despecho, ten presente que no podrás hacerlo... No sin acabar con el amor de ambos.

Un día pactamos vivir siempre juntos: ese fue el destino que nos forjamos y construimos todo en derredor de ese principio. Pactemos hoy, morir también juntos. Porque vivir sin ti no tendrá sentido; tan poco o ninguno, como morir sin haber partido juntos: parece un sin sentido, o el suicidio de uno de los dos. Pero, no es nada de eso. Apenas si es la petición de una moribunda que muere anticipadamente, al saber que te pierde, que te estás yendo: poco a poco y sin remedio ni marcha atrás.

-Quiero que me abraces fuertemente y no me sueltes, no importa si me voy primero y tú te quedas... No sufras por mí, que tu amor me ha hecho muy feliz, tanto que la mejor parte de él, se queda contigo y siempre te recordará que sigo vivo: en nuestros hijos.

Quiero que te quedes conmigo, cuando ya me esté yendo a Itaca. Tómame de la mano, y no me sueltes ni un instante. Parecerá que muero, pero solo estoy viviendo mi último y eterno sueño: Luchar una y mil veces por nuestro México incomparable, por el respeto a las leyes, la libertad y la verdad insobornable.

-Te quiero y te amo. Que lo nuestro no es querer tanto, solo lo suficiente para que el querer se vuelva "amor del bueno".