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Opinión Editorial


Volver al pueblo


Publicación:31-01-2020
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Una pista de solución a los desencuentros que vive actualmente la fuerza política que triunfó el pasado 1 de julio del 2018 puede encontrarse en la salida que el Partido Constitucional Progresista de Francisco I. Madero le dio a la compleja situación política que se generó una vez que Porfirio Díaz abandonó el poder y quedó como Presidente interino el señor De La Barra.
La coyuntura era muy delicada. Porfirio Díaz había sido derrotado y echado del poder. En ese sentido había triunfado Madero. Pero al frente del gobierno se encontraba un porfirista, Francisco León de la Barra, supuestamente neutral. Madero tuvo que esperar para poder competir por la Presidencia de la República en los comicios que se repondrían. Todo ello en el marco de los acuerdos de Ciudad Juárez.
En su obra Ulises Criollo, primer tomo de su trilogía autobiográfica, José Vasconcelos define el interinato de De la Barra como un "peligroso período". Ciertamente, Madero "no le debería el poder a las armas..., sino a la nueva elección en que el pueblo lo investiría del mando".
Pero "la lucha comenzaba a enconarse...No se resignaban unos a verse definitivamente barridos del poder...Por otra parte, los nuestros murmuraban porque no se les daba pronto su ración de mando".
Madero no estaba en el gobierno aún, pero era atacado de manera virulenta como si lo estuviera. "La mayor parte de los exaltados se mantuvieron tranquilos bajo la tiranía. En cambio ahora aprovechaban la libertad que no conquistaron para presumir de radicales... Y cundía la calumnia: 'Madero olvidaba su programa, se reía de sus promesas'".
Cuenta Vasconcelos que Madero lo designó como miembro del "Comité al que tocó organizar el Partido Constitucionalista Progresista. Nombrado entre los de la Comisión, más tarde resulté vicepresidente del nuevo Partido. A él empezaron a afiliarse algunos patriotas y otros que sonreían a la nueva situación a efecto de ganar un puesto".
"Dentro de nuestras filas también hacía estragos la discordia. Entre los revolucionarios, únicamente los dos Vázquez Gómez ocupaban el poder. En los ministerios de ambos actuaban camarillas hostiles a Madero... Y pronto la oficina de don Emilio, su hermano, se hizo el cuartel general de los antimaderistas".
Por todo ello, sigue relatando Vasconcelos, "abrimos las puertas a nuevas inscripciones, deseosos de reclutar entre las personas patriotas y sanas de todo el país. Pero ya se sabe que en estos casos los buenos se abstienen por temor de parecer intrusos y se reducen por lo común las adhesiones a los buscadores de empleos y a los tránsfugas de la segunda fila de los partidos derrotados".
Y mientras "cada quien en el gobierno hacía política para sí", el general Blanquet ametralló una reunión pacífica de maderistas.
Ante toda esta situación y ya como uno de los dirigentes partidistas, Vasconcelos se pregunta y se contesta: "¿A quién le debemos el triunfo?... Lo debimos todo al interés popular que supimos despertar y a la vasta masa ciudadana que vio en Madero una esperanza. La solución estaba entonces en volver al pueblo que nos dio su impulso...Y volvimos al pueblo. Celebramos mítines, organizamos clubes... Hubo un domingo que echamos a la calle una manifestación de quince mil almas".
Guardadas todas las distantes proporciones históricas, me parece que Morena podría emular el ejemplo de los maderistas. Debe salirse del conflicto interno y "volver al pueblo". Hay mucho que informar, hay mucho que precisar y mucho que debatir con los opositores. Me imagino a Morena convocando a sus 30 millones de votantes en cientos de reuniones ciudadanas por todo el país. Informar, difundir, debatir con los adversarios y prepararse para lo que sigue.



« Redacción »
Martí Batres


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