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Opinión Columna


Miedo a la vida


Publicación:08-01-2020
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¿Alternativas? Si la libertad de las múltiples opciones del instante, cargado de potencialidad, de vectores no explorados

 

La vida siempre porta consigo la sorpresa, lo imposible, lo incompleto, la contingencia y discontinuidad, el encuentro con lo no calculado; se pueden ver como tragedias o como agujeros y pasadizos por donde circular e inventar. “Si la vida se sostiene por instantes y un instante es el momento de existir…” -compuso Fernando Delgadillo. Dichos instantes, los presentes, se pueden vivirse como lo que son: un puro momento vacío, cargado de potencialidad infinita, a la espera de ser inventado mediante nuevas decisiones o como un circuito fijo, automático, de remembranza -una actualización permanente del pasado en el presente del cual no habría escapatoria - Los neuróticos sufren de reminiscencias -declaró Sigmund Freud; reducir el incierto futuro a un recuerdo actualizado, a vivir con la idea que ya todo está predeterminado.


La vida humana es entonces algo más amplio que un mar abierto que conoce el límite, un exceso, un enigma, un horizonte que no se deja capturar del todo, donde el instante no escrito, huye, se resiste a cualquier intento de formalización, de reducciones causales, “Si hacemos…entonces sucederá…”


Tal amplitud de horizontes, de polifonía de opciones, puede hacer que algunas personas, ante la angustia que genera la libertad de decisión, opten por caminos que consideran más conocidos, que creen les garantizarán una cierta consistencia y seguridad: el sacrificio, el sometimiento a alguien/algo, siempre con una cuota de renuncia a lo que ellos mismos quieren hacer, a lo que desean; escondiéndose de la propia angustia en los otros, esconderse de la propia angustia en los errores de los demás.


El sacrificio supone que la vida sea un intercambio moralista, una especie reembolso: me sacrifico, renuncio a una parte de mí, para que entonces la vida (el otro) me de lo que siento me corresponde, me proteja. Quien funciona de esa manera gusta delegar en alguien más su vida, sus decisiones y sus consecuencias, aborrece su presente, espera que el futuro -que nunca llega- le traiga algo mejor; pasar de la esperanza-idealización-delegación en alguien más, para después, al no recibir lo que espera obtener, gracias a la cuota de sacrificio de sí que siente que ya pagó, lamentarse-reclamar-y-volver a esperar de ese alguien o buscar alguien nuevo de quien “ahora si” se espera recibir la “inversión”, la retribución justa por su sacrificio, “Con tanto que yo he hecho por ti y así me pagas”


Someterse a alguien o algo, como una forma de burocracia que supuestamente garantizaría los resultados, sea una persona, un trabajo, un software o una novedosa forma de psicología positiva o de coaching, que impregna la vida actual, permite protegerse del riesgo de las propias decisiones, que sea alguien más el que decida, el que proponga, el que haga, para después quejarse precisamente de lo que el otro hizo o no hizo, bajo el consuelo, “¡Claro! ¡Yo lo habría hecho mejor!”. El neurótico paradójicamente desea la propia felicidad, pero al mismo tiempo gusta de delegar en alguien más el timón de la propia vida, que sea alguien más quien le haga feliz, y como ese intento siempre fracasa, la culpa siempre recaerá en ese “alguien más”, al más puro estilo de “Iba a ser…pero me chingué la rodilla”, “Iba a ser feliz, pero el otro comete muchos errores, yo solo soy demasiado bueno/a”, “El mundo sería mejor sin los idiotas” Ignorado que cuando se toma dicha postura, es imposible no hablar un poco o un mucho de uno mismo, de la propia idiotiza que cada quien carga.


¿Alternativas? Si la libertad de las múltiples opciones del instante, cargado de potencialidad, de vectores no explorados, angustia y lleva al miedo, la queja y la desesperación, al sacrificio (moral, religioso, deportivo, amoroso, laboral…) como vía de respuesta e intento de protección, ya marcadas desde el inicio por el fracaso, a la reducción de las posibilidades, una alternativa posible sería pasar de la angustia a la creación, desarticulando el binomio angustia-sacrificio, por la triada angustia-entusiasmo-invención, a través del deseo que asume una posición activa y responsable ante las decisiones y sus efectos, para inventar soluciones nuevas, despojándose del tutelaje de “que sea alguien o algo más” quien tome las riendas y decida, sino el sujeto mismo ante sus instantes. Ello, no es fácil, pues habría que renunciar a la esperanza-queja e indignación por “Ese alguien más que es un estorbo”, para asumir activamente las decisiones personales y sus efectos; ello plantea una nueva forma de funcionamiento, de relación consigo mismo y con el otro, basada en I.R. (Invención y Responsabilidad) según lo ha bautizado Jorge Forbes, psicoanalista brasileño: a partir de que no hay soluciones permanentes, universales, se inventan soluciones nuevas para colocarlas en el mundo, responsabilizándose por las mismas; haciendo una especie de parkour de vida, donde las vías de acceso y movimiento dependen ya no tanto del lugar en sí, fijo, estático, sino del movimiento creativo de cada quien, junto a una ingeniería de lo imposible, como posturas ante la vida.


camilormz@gmail.com



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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