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Opinión Columna


Europa, la diplomacia verde


Publicación:02-01-2020
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Se puede aprender de los europeos en esta materia o lo que es mejor, desarrollar una propia ética ecológica.

 

La Unión Europea se atrevió a enlazar más allá del comercio y las mercancías. Hace un cuarto de siglo intentó integrar también a las personas. Sus detractores critican la apertura de fronteras, el cruce de trabajadores, los costos de salud y educación que pagan los más desarrollados y hasta las soberanías debilitadas. Antes de claudicar ante esas críticas, Europa propone un pacto verde para ser la primera región en trabajar unida contra la degradación ambiental.


El frente europeo esta vez no se une para evitar otra Guerra Mundial o las divisiones del mundo bipolar sino para atender al medio ambiente y al cambio climático. La vocación ecologista distingue a Europa del resto del mundo y se convierte en una herramienta diplomática. Una vez conquistó el mundo con carabelas y bucaneros. Hoy cambia esa imagen con propuestas de desarrollo como el Pacto Verde Europeo presentado por la Comisión Europea.


En Europa, la conciencia ambiental tiene gran fuerza en la población. El 95% de los europeos considera que la protección del medio ambiente es importante.

77% está convencido que proteger al medio ambiente empuja el desarrollo económico. La encuesta Eurobarómetro muestra también un amplio respaldo público dentro de la UE para financiar actividades de respeto a la vida animal y los bosques.


La diplomacia verde es una fórmula que puede dar doble beneficio a los europeos. El continente que inició la revolución industrial y efectos como el smog y la contaminación de ríos, ahora mejora su calidad del aire y recupera los caudales de agua dulce. Además de aprender idiomas, una visita a Europa enseña a reciclar la basura. Hay hogares europeos que tienen hasta 8 separaciones de residuos sólo en casa.


Los compromisos ante el calentamiento global además de proteger el planeta promueven la influencia internacional. Se han desarrollado instituciones como el Banco Europeo de Inversiones, que es el banco climático europeo y propuestas como la Estrategia de Financiación Ecológica 2020. Con el ánimo de ser un parteaguas en la materia, la Ley Europea del Clima propone acciones para tener el primer continente climáticamente neutro en 2050. Esta ambición se armoniza con la Estrategia sobre Biodiversidad para 2030, la nueva Estrategia Industrial europea y su postura en la ONU, la OCDE y el G20.


Países desarrollados como Estados Unidos o industrializados como China y México no tienen esa conciencia ambiental, lo que se refleja en sus poblaciones, gobiernos, industrias y en un menor gasto público. Esto es un reto para el proyecto ambiental europeo ya que cerca del 30% de las emisiones de dióxido de carbono del mundo provienen de China y el 14% de Estados Unidos. Las emisiones europeas representan 9.1% del problema. Los mexicanos no pueden ser sordos a esa realidad, ya que México está entre los 5 países más contaminados del mundo, según el índice World Air Quality Index.


Las resistencias no sólo vienen de estadounidenses, chinos y japoneses, sino de estados como Indonesia, Rusia, Brasil, India, México y varios miembros de la OCDE. Las poblaciones de estas naciones no tienen una conciencia arraigada en temas ambientales. Otro desafío es que los países desarrollados, incluyendo a la Unión Europea, compartan su tecnología ambiental al mundo en desarrollo.


En su navidad, la Unión Europea fue un ejemplo de integración regional, superó mercancías e incluyó personas, ahora puede ser un paradigma verde. Cuidar la biodiversidad y el clima es una carta de presentación que da réditos. Esta diplomacia europea será exitosa si además de enviar un mensaje de respeto a la naturaleza, logra compromisos financieros de otras regiones y países. Se puede aprender de los europeos en esta materia o lo que es mejor, desarrollar una propia ética ecológica.



« Redacción »
Horacio Saavedra


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