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Opinión Columna


Narcoterrorismo. ¿Alarmismo o realidad?


Publicación:22-11-2019
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El gobernador Cabeza de Vaca no actúa bajo la consigna del intervencionismo, eso queda claro

Hay dos conceptos cuya sola pronunciación cimbran las instituciones en nuestro país y nos llenan de angustia a todos tan sólo de pensar en el caos que acarrean. Ambos han estado muy presente en las últimas semanas dentro de la opinión pública y, ambos, llevan en su rol estelar a nuestras Fuerzas Armadas.

El primero es el “golpe de estado” que el mismísimo Presidente de la República puso en relieve al incluirlo, en ese momento sin aparente justificación, en la agenda pública dentro de su soliloquio inicial de una de tantas mañaneras. La acción, como “vacuna”, si es que acaso era una verdadera posibilidad, fue más que efectiva, pues enseguida vinieron la expresiones de lealtad incondicional de las Fuerzas Armadas a la Cuarta Transformación. Luego, como ya sabemos, sí tenía algo de realidad pero su estallido fue en el hemisferio sur, en la Bolivia largamente gobernada, hasta hace poco, por el ahora famoso Evo Morales, huésped distinguido en nuestro país. El concepto, en sí, presupone un estado de inconformidad de ciudadanos e instituciones, principalmente Fuerzas Armadas, hacia el régimen de gobierno. La violencia es simultánea y posterior a su estallido.

El segundo: “narcoterrorismo”. Este concepto tiene como precursor a la violencia, que genera miedo y terror entre los ciudadanos en general, yendo más allá de las instituciones y las corporaciones policiales que salvaguardan la seguridad de los gobernados.

El concepto ha sido acuñado en la historia reciente de nuestro país en diversas ocasiones. Por mencionar algunos casos, cuando la noche del 15 de septiembre de 2008, en la celebración del Grito de Independencia en Morelia, granadas de fragmentación lanzadas entre la entusiasta muchedumbre cobraron la vida de siete inocentes y cientos de heridos. El último, hace apenas unas semanas cuando integrantes de la familia Lebaron de Chihuahua y Sonora, también con la ciudadanía estadounidense, fueron masacrados en un acto de barbarie pocas veces visto. En el caso de Nuevo León, entre otros casos, la matanza del Casino Royale.

Pues bien, la palabra había sido recurrente por parte de actores políticos pero siempre del gobierno norteamericano, alguno que otro actor político mexicano, pero no de relevancia. En el caso de Morelia fue el mismo embajador Antonio Garza quien a través de un comunicado oficial calificó el acto como narcoterrorista. En la masacre de Chihuahua han sido congresistas norteamericanos republicanos que desde entonces insisten en la necesidad de “coadyuvar” con el gobierno mexicano, con la consecuente intervención que conlleva dicho auxilio.

Con esos antecedentes, la declaración del gobernador tamaulipeco Francisco García Cabeza de Vaca en torno al “narcoterrorismo”, no podía ser más trepidante debido a las circunstancias de tiempo y espacio en que se vertió: El momento -oportuno o inoportuno según se vea por cada cual-, la celebración de la que podríamos llamar, de acuerdo a la clasificación presidencial, Tercera Transformación, es decir la Revolución Mexicana, en el mero 20 de noviembre. Antes, ya sabemos, están la Independencia y la Re-forma. Todas antecesoras de la Cuarta Transformación lopezobradorista en marcha.

El lugar: Nuevo Laredo, la ciudad más importante para el comercio internacional entre Estados Unidos y México. La ciudad que, como municipio, es el más rico bajo el parámetro per cápita, pues recibe los mayores ingresos vía participaciones por el comercio internacional desde que, a inicios de los 90s y luego de ríspidos cabildeos, Horacio Garza, como alcalde, se impuso al gobierno federal en su lucha pacífica por más recursos que, de inmediato, detonaron su infraestructura y desarrollo. La ciudad fronteriza más importante no sólo para México, sino para los Estados Unidos, lo que ipso facto, sirve como acicate para congresistas norteamericanos que, otra vez, se lanzan a demandar la intervención más directa de los Estados Unidos, declarándose en guerra contra los cárteles mexicanos de la droga, a los que quieren equiparar con Isis o Al Qaeda y con las FARC de Colombia cuando hicieron momentánea sinergia con el narco. Es decir, intervenir no sólo a través del FBI que ya “colabora” en el caso de Chihuahua, sino con las Fuerzas Armadas.

El gobernador Cabeza de Vaca no actúa bajo la consigna del intervencionismo, eso queda claro.

Su motivación no es otra más que la resultante de interiorizarse del sentir de los ciudadanos tamaulipecos que viven día y noche con el sentimiento de angustia que conlleva la posibilidad de convertirse en una víctima fortuita y circunstancial de la violencia que acecha, no sólo Tamaulipas, sino casi todos los rincones del territorio nacional. La madre de familia tirada al piso, cubriendo a su hijo bajo la mesa de un restaurante, es más que elocuente para ejemplificar la desazón y el terror que puede vivir la sociedad.

Sin decirlo ni presumirlo –como en el caso de Nuevo León-, si alguien ha demostrado su bronquedad, es él. Su discurso es diametralmente opuesto al presidencial. Combate en lugar de “evangelización” para los delincuentes.

La confrontación entre ambos mandatarios se dio desde hace un par de meses cuando Reynosa estaba “ardiendo”. Por un lado, el gobernador de-mandando la presencia de Fuerzas Armadas y, por otro, el presidente acusando a los delincuentes de “niños malos” con su sacrosanta madre. Se logró pacificar, de alguna manera, ese paso fronterizo, pero podemos asumir que los chicos malos no hicieron un acto de contrición ni mucho menos, pues ya habríamos visto la foto de un compungido en arrepentimiento.

Nuevo Laredo y Reynosa son tan “nuevoleonesas” como cualquier otro municipio conurbado entre nuestros cerros, son más una colonia de paso para muchos regiomontanos que cruzan como turistas y como consumidores a las ciudades de Estados Unidos.

En realidad, muchos se mantienen diariamente al tanto de los tiempos de espera para cruzar los puentes, del clima y, por supuesto, de las alertas de seguridad. Estas últimas son las que determinan, de última hora, las preferencias de los regios para cruzar. Así, de este tamaño es la simbiosis.

Lo que son las cosas.

Aquí en Nuevo León apenas hablamos de enderezar la estrategia para combatir la delincuencia, mientras que allá hablan ya de un gobernador que se convierte en esperanza del panismo al 2024.

 



« Redacción »
José Luis Garza

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