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Opinión Editorial


Evo en México


Publicación:18-11-2019
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A lo largo de la semana que concluye observamos el desarrollo de la presencia de Evo Morales, expresidente de Bolivia, en tierras mexicanas. El lunes 11 de noviembre inició con una conferencia mañanera donde el canciller, Ebrard, narraba las dificultades que tuvieron para lograr que el ex mandatario pudiera salir de su país, cruzar el espacio aéreo de los otros países vecinos poco colaboradores, y finalmente llegar a su destino: México.

Teníamos tiempo sin observar al presidente mexicano tan ufano de este logro ideológico y políticamente tan importante para él. Después de tantos yerros mayúsculos con los casos Culiacán, Lebarón, Aguililla, una luz en el camino, la salvación literal por parte del gobierno mexicano a un ex presidente condenado mínimamente a prisión en caso de no haber sido rescatado.

Alfombra roja es decir poco, todas las consideraciones del mundo para el hermano de lucha. El piloto militar que llevó a cabo el rescate, Eduardo Hernández Velázquez,  fue ascendido a General de Ala Piloto Aviador; el canciller recibió a Evo  en el aeropuerto dándole un apretón de mejilla, como cuando se recibe a un ser muy querido, pero el apapacho no quedó allí; se le asignaron escoltas entrenadas en el estado mayor presidencial, se le ofrecieron las llaves de la ciudad de México, se le dispensó que como extranjero pudiera habar de temas políticos, la embajadora en la OEA y otros funcionarios, dieron respuesta puntual a las críticas externas provenientes de esa organización así como del país boliviano.

El posicionamiento político ideológico del gobierno mexicano fue clarísimo, no quedaron dudas respecto a la afinidad con países de izquierda y con gobiernos populistas o dictatoriales de América Latina. Establecieron la raya con el gobierno norteamericano y ejercieron la soberanía y la libertad de pensamiento, sin importar consecuencias futuras en materia de relaciones bilaterales.  La felicitación y el agradecimiento de otro hermano de lucha, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, no se hizo esperar.

Evo morales llegó para quedarse en México, quién en su sano juicio cambiaria a un país que ha brindando una hospitalidad de lujo, sin pedirlo, porque el gobierno mexicano fue quien ofreció el asilo político, además, a su llegada los diputados del partido del gobierno, ofrecen dar de su sueldo para la manutención del ex gobernante boliviano, 500 pesos mensuales, que multiplicado por 319 legisladores morenistas, Morales recibirá una aportación mensual mayor a 150,000 pesos, más de lo que gana el mismísimo presidente de la república mexicana.

Falta por ver aún qué es lo que va a hacer el gobierno mexicano cuando su símil boliviano, presente una orden de extradición para juzgar a Morales por el delito de fraude electoral, entre otros que podrían surgir; no nos sorprendería que se rompan relaciones entre ambas naciones, así como lo hizo ya el gobierno venezolano y el  cubano, este último retirando a sus cientos de médicos que formaban parte de un programa de atención sanitaria entra ambas naciones.

Ernesto Guevara de la Serna eligió en 1966  a Bolivia para llevar a cabo un trabajo de organización de guerra de guerrillas, formó el malogrado Ejército de Liberación Nacional boliviano considerando que en ese lugar se encontraban dadas las condiciones materiales para una insurrección del pueblo; diagnóstico equivocado: con la ayuda de delatores campesinos,  finalmente la CIA y las fuerzas especiales bolivianas lo atraparon y lo ejecutaron de manera sumaria un 09 de octubre de 1967, en una pequeña aldea rural de la Higuera. Para el comandante Che Guevara Bolivia fue su tumba.

El tiempo transcurrió, llegó el siglo XXI y la suerte cambió para ese país, el auge de las materias primas impulsó la economía, y por esas cosas del destino, a Evo Morales le tocó administrar ese crecimiento económico, por azar le tocó tiempo de vacas gordas como diría José El Soñador; y es más fácil administrar la abundancia que hacerlo en tiempo de vacas flacas. Esa fue la suerte de Morales y se sintió tocado por los dioses, el milagro bolivariano había tenido lugar,  él era su artífice, y no lo dudó, se adjudicó la suerte de la nación a su propia gestión como gobernante.

Con este respaldo económico Evo Morales se convirtió en Ego Morales; la colonización de las instituciones democráticas fue creciendo hasta que su poder se extendió recordando el de los antiguos señores aimaras, caciques de la región en época prehispánica. Doce años no le bastaron para satisfacer su obsesión de poder y, fue por más; pero la gente le dijo que no en el referéndum al que convocó en 2016; pero su sentido de grandiosidad y omnipotencia no le permitieron escuchar a la gente, y se aferró al mejor estilo de Porfirio Díaz, a la mejor enseñanza de Hugo Chávez, hasta que el pueblo  se hartó y los militares lo amenazaron con echarlo a patadas si no presentaba su renuncia.

Morales es el primer damnificado de la primavera latinoamericana del 2019, sigue el presidente chileno y esperemos que otros más de la región; la primavera latinoamericana no es impulsada por el pueblo profundo, los grupos ancestralmente oprimidos; no, se trata de un conjunto de movilizaciones y protestas lideradas por clases medias, especialmente jóvenes frustrados con sus aspiraciones sociales, y que como hordas enfurecidas atacan a las figuras y representantes de la autoridad, a la que consideran culpable de su situación social y personal.

Dos lecciones deberá aprender Ego Morales en su debacle; la primera de ella es no dejarse cegar por el espejismo que provoca el poder, que puede llevar a una distorsión de la realidad, donde el gobernante se siente merecedor de poder eterno y absoluto. Ego cayó en la trampa de esta ilusión, y el pueblo, con el apoyo militar,  lo puso en su lugar. La segunda lección para Ego Morales es el amargo recordatorio de que la democracia es sagrada. Más sublime que cualquier culto a la personalidad que pretenda el gobernante. Ninguna ambición populista puede ser mayor que este valor y estandarte ético para cualquier gobernante.

Ego Morales no puso atención  a la ciudadanía que le recordó, con movilizaciones y protestas,  que ya había traspasado los límites, que ya no era viable su permanencia en el poder, pero Ego no escuchó el referéndum y siguió en su camino hacia su destino. Ahora reside como asilado en México; mejor lugar no pudo encontrar; se salvó de correr la misma mala  suerte de Mouammar Kadhafi,  durante la primavera árabe de 2011; Morales no merecía un destino así,  finalmente logró sortear,  la conspiración homicida en su contra y, al no aferrarse más al poder durante las últimas elecciones para evitar un baño de sangre del pueblo bolivariano, cediendo ante las fuertes presiones políticas internas, tomó ese 10 de noviembre, la única decisión posible en ese momento histórico  y en ese contexto sociopolítico.

 

 



« Redacción »
Arturo Delgado Moya

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