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Opinión Columna


Ni tan buen fin


Publicación:15-11-2019
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El consumismo es la peste de nuestro siglo. Quienes son víctimas de este nefando virus ni siquiera lo saben.

En días pasados, cuando el frío clavaba sus dientes afilados sobre los regiomontanos no acostumbrados a las inclemencias árticas, un individuo soportó las bajas temperaturas esperando a que abrieran la tienda para comprar dos camisetas del equipo de futbol Rayados de Monterrey.


Cuando el concierto del cantante ese autodenominado Justin Quién Sabe Qué en un escenario regio, decenas de jovencitas y jovencitos acamparon afuera del auditorio para asegurarse los boletos y lo mismo sucedió en la entrada al concierto donde se desgañitaron y gastaron más de lo que corresponde.


Son dos situaciones que ponen en evidencia el nivel de cultura, educación y conciencia de cientos de regiomontanos atrapados en el espejismo de las apariencias creyendo que esa es la onda, la moda y la pasión confundida. Son los mismos que no se presentan cuando los problemas políticos se ciernen sobre ellos mismos: el precio del pasaje del transporte público puede aumentar en cualquier momento. Pero eso no les inquieta ni les preocupa. Está bien que cada quien tenga sus apetencias, sus preferencias lúdicas y sus gustos, pero tornarlos hasta la obsesión es otra cosa.


El consumismo es la peste de nuestro siglo. Quienes son víctimas de este nefando virus ni siquiera lo saben. De eso se trata en el seno de las industrias culturales: de que los adeptos ciernen sus actividades en torno a lo efímero desmembrados de las verdaderas situaciones de la sociedad. Sí: no saben, no les cabe la idea de que son ciudadanos con derechos y compromisos, por lo tanto pueden exigir al diputado de su distrito (difícilmente sabrán quien es), al secretario de tal área que no ha cumplido con sus promesas, al gobernador o al senador o al presidente o al alcalde.


Y el mejor ejemplo de ello, se verá estos días siguientes con el anuncio del llamado Buen Fin, que supuestamente pone en oferta cientos de productos so pretexto de que es una ventaja para los clientes por los precios rebajados, cuando en realidad se trata de mercancía vencida, devuelta y con los precios aumentados. Un producto del año pasado o del antepasado se venderá a precio actual, aún con el descuento. Pero las tiendas se verán abarrotadas.


Estamos en vísperas de la entrega del aguinaldo, esa prestación clasificada en la Ley, y lo mismo sucederá: ríos de gente navegando por los centros comerciales, por las calles del centro de la ciudad, en la búsqueda del regalo perfecto, como la película, que por lo general es mercancía secundaria. Las deudas, los abonos, pueden esperar. Pero hay que asegurar las entradas de toda la temporada de los partidos de los Rayados… o de los Tigres.


Y el comercio informal a todo lo que da. Por eso el alcalde de Monterrey, Adrián de la Garza, mandó ampliar las banquetas de la Avenida Juárez, ocasionando un tapón en el tráfico vehicular, para que los puesteros estén más cómodos y holgados. Tiene que obedecer las órdenes de la CTM, la central que para nada tiene algo que ver con los trabajadores, pues lo apoyó a ganar por segunda ocasión la alcaldía regia, aunque de manera bastante raspada.
En fin.



« Redacción »