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Opinión Columna


Droneros amordazados e incomunicados… y sin piloto


Publicación:08-11-2019
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Lo que sí le preocupa es dormir con tranquilidad en su hogar y caminar con seguridad en las calles, algo que el costoso dron nunca logró…

Distantes pero interrelacionadas, dos situaciones llamaron mi atención ayer temprano. Primero la nota principal de este periódico en su sección Local. Segundo, algunos pasajes del diálogo “mañanero” del Presidente de la República con los medios de comunicación.

La noticia destacada en El Porvenir dio cuenta de la instrucción girada por el área de comunicación social del Gobierno del Estado –léase Poder Ejecutivo- para cancelar toda declaración a la prensa sin autorización previa y expresa del área o del propio gobernador del estado. Una Ley Mordaza impuesta a todos los funcionarios públicos.

¿La razón? El ya famoso dron que allá por marzo de este año fue presentado como la panacea para el grave problema de inseguridad que padecemos en Nuevo León. Tan bueno que el aparato de marras iba a ser disputado –así lo dijeron- para su compra por muchos países. Nada más alejado de la realidad. Resultó ser un error del que, queda claro, se arrepiente el gobierno estatal, por lo que buscan cómo darle reversa a la adquisición.

Es de sabios rectificar, pero no puede soslayarse la estela de sospechas que desde su presentación, allá por marzo, despertó en la opinión pública el anuncio de la nave no tripulada. No pudo ser más desafortunada la ruta comunicacional que se siguió y que ahora conduce al amordazamiento de los funcionarios estatales.

Que si costó 54 millones… que no, que sólo fueron 30 millones… que no, que fueron 57 millones de pesos; que incluye equipamiento… que no, hay que pagarlo por separado; que no tenemos pilotos, hay que capacitarlos. Que lo fabricó la UANL, que no, que fue una empresa; que si es hechizo, que no, que es de “marca”. En fin, toda una retahíla de dichos y desmentidos, de bandazos de información, que avivaron la hoguera de dudas en torno a la millonaria compra. Más aún cuando estuvo embodegado seis meses y cuando al fin lo sacan a “pasear”… ¡se despistó! Malhaya.

El lunes, en la glosa del informe estatal ante el Pleno del Congreso del Estado, a la que acudieron Manuel González y Aldo Fasci, secretario de Gobierno y de Seguridad respectivamente, al responder preguntas, el segundo, pintoresco y pícaro como él solo, soltó la “primicia” acerca del reversazo a la millonaria compra. Versión que el propio secretario de Gobierno, siempre fajador y pendenciero, confirmó al aducir que el aparato “nació” con mala estrella. Al día siguiente, en el proceso de la misma glosa, el secretario de Administración, Mauricio Torres, ya no pintó la devolución tan fácil, pues de hacerse, tendría que garantizarse la devolución completa de dinero pagado, lo que resulta casi imposible.

¿Por qué imposible? Porque, de ser ciertas las cifras que se manejan en torno a la adquisición, debemos suponer que ningún empresario, por más bisoño que fuera, iba a firmar un contrato en el que se estipulara una rescisión sin penalización alguna. Aclaro que es sólo una suposición respecto al contenido del contrato, pues gracias a las cláusulas de reserva que indiscriminadamente utilizan gobierno y municipios –toleradas por las instancias garantes de la transparencia- en materia de seguridad pública, las compras y el dinero que se mueve están cubiertos por el manto de la opacidad. Si abrir los archivos del 68 tardó 50 años, peligro y que estos expedientes perezcan en la eternidad. Y eso que el propio Fasci señaló que cinco millones de nuevoleoneses y todos los medios de comunicación están en contra del dron y la forma en que se adquirió.

La rescisión, que no sabemos si es por buena onda y luego de un examen de conciencia, o porque se teme alguna acción de la Fiscalía General del Estado, la Auditoría Superior o el Poder Judicial –instancias fuera del control absoluto del Poder Ejecutivo, pero no así del Legislativo-, vino a provocar que el gobernador Jaime Rodríguez tomara la mordaza y la aplicara a todos sus subalternos, a los que tácitamente y en paralelo pone como boquiflojos, lenguaslargas e ineptos para manejar los asuntos públicos con transparencia, si fuera el caso que los mueva la intención de informar al ciudadano, o manejarlos con eficaz opacidad, si se tratara de ocultar triquiñuelas en la danza de los opacos millones.

Ayer en la “mañanera”–ejercicio que ya empieza a “enjaquecar” al presidente por el fracaso en acabar con la violencia e inseguridad, pero que no deja de ser un buen mecanismo de transparencia, así sea a veces dirigida y con tintes circenses-, un reportero preguntó si gobernar es comunicar y la respuesta del presidente, siempre en su tono pausado, a veces hasta soporífero, condujo a resumir que cada ciudadano, teléfono móvil en mano, es a fin de cuentas un comunicador que forma parte de un flujo de información bilateral con el gobernante, en ambos sentidos, sin que flujo y contraflujo de información sea monopolio de los medios de comunicación formales, como sucedía antaño, antes de la revolución tecnológica en la que estamos inmersos.

La acción de comunicar está, per se, dentro de la acción más amplia de gobernar. La comunicación no deja de ser parte medular en la tarea de gobierno. La interacción gobernante - ciudadano tiene que darse en ambos sentidos para que fomente la confianza mutua, valor que, en Nuevo León, parece ya perdido.

Aquí, desde hace tiempo el Poder Ejecutivo decidió aislarse, alejarse del visor ciudadano. Agobiado y acotado por un Poder Legislativo que se encargó de desarmarlo pieza por pieza hasta reducirlo –cual su propio dron- casi a inservible chatarra, en respuesta puntual a las bravuconerías y fanfarronadas de su titular, aquel en el que los nuevoleoneses, hace cuatro años, volcaron sus esperanzas de cambio.

Queda claro que en Nuevo León sí hay una auténtica división de poderes entre tres, ni duda cabe, pero he ahí que lo que no existe es un real equilibrio de poderes, por la causal que se quiera, ya sea la incompetencia de uno o la voracidad política o monetaria de otros. Es una división de poder muy desequilibrada, que sirve de tema para un análisis más amplio.

Que haya un poder sojuzgado por otro es algo que, a fin de cuentas, al ciudadano le importa un comino. Lo que sí le preocupa es dormir con tranquilidad en su hogar y caminar con seguridad en las calles, algo que el costoso dron nunca logró… y como dijo Don Teofilito, ni logrará.



« Redacción »
José Luis Garza G.


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