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Opinión Editorial


Infancia y adolescencia en la actualidad


Publicación:02-10-2019
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Los niños y adolescentes en la actualidad no son como los de otros tiempos

Los niños y adolescentes en la actualidad no son como los de otros tiempos. Ello plantea, de entrada, a quienes estén interesados en conocer, convivir e interactuar con ellos en diferentes ámbitos (familia, escuela, sector salud…) abandonar el piloto automático del “Es que en nuestros tiempos nosotros …” como paradigma para entrar en contacto con ellos. Tal actitud de apertura es necesaria para poder captar las nuevas subjetividades, sus crisis, sus malestares y, sobre todo, sus posibilidades creativas de invención y amplificación.

Algo que es muy evidente en el día a día de diversos profesionales (médicos, maestros, psiquiatras, psicólogos, neuropsicólogos, psicoanalistas…) es la proliferación de lo atípico, no solo como otrora una variación minoritaria respecto a la norma, de eso que funcionaba hasta cierto punto como constante y referente, sino como regla. ¡Lo atípico devino epidemia! Y ante la proliferación de lo atípico como norma, la legitimación y responsabilidad de la diferencia, se convierte en una forma necesaria de lazo social que puede permitir la inclusión (educativa, política, religiosa, migrante…) de la diferencia, para que cada persona pueda tener la posibilidad de inventar responsablemente la vida que desea vivir en relación con los demás, colocar su singularidad en el mundo. Sin que por ello sea motivo de choque consigo mismo y con el otro.

Es ahí donde el psicoanálisis, como discurso y práctica, es capaz de articular lo diferente, despojando lo conflictivo binario de la confrontación tu-yo; legitimando responsablemente las diferencias de cada uno/a en relación con el colectivo.

Pues advierte que la subjetividad humana surge sobre una base de reconocimiento mutuo, al mismo tiempo de proximidad-extimidad, donde el yo y el no yo, no es más que extensión-continuación de lo mismo, lazo virtual necesario para el surgimiento del sujeto; imposible de encontrar una identidad única, sino más bien una polifonía coexistente y articulada, discontinua, creativa, que se amplifica a cada momento.

Que lo atípico devenga constante, plantea no solo retos específicos para el diagnóstico médico, psiquiátrico y psicológico, sino para la educación (¿Cómo enseñar? ¿Cómo curar? ¿Alimentar? ¿Qué es educar en estos tiempos? ¿A quiénes nos estamos dirigiendo?) para el derecho y el estudio de la criminalidad, ofreciéndonos retos y posibilidades derivados de un cambio de época: el pasaje de una era industrial a una globalizada, de una basada en referentes hasta cierto punto fijos, jerárquicos a una horizontal, en red, siempre diversa, interconectada y cambiante, con múltiples opciones, que demanda un posicionamiento responsable, y no una vida en piloto automático. Ese pasaje de la modernidad a la postmodernidad, de Tierra Uno a Tierra Dos, según el concepto creado por Jorge Forbes.

Esta generación de niños y adolescentes, a diferencia de las anteriores, está más orientada por el momento presente, por la búsqueda de sentido en cada una de las cosas que hace.

Ello podría parecer para algunos de la “vieja guardia” una pérdida de valores relacionados con los ideales, los sueños y la trascendencia basada en ideales políticos, morales y disciplinarios; una generación despolitizada que consume relaciones efímeras, por puro placer, enfrascados en sus videojuegos y demás pantallas, circulando entre memes, redes sociales y series.

Todo lo contrario, es una generación hambrienta y sedienta de sentido de vida, que puede unirse por una causa que sienta y tenga sentido, que les resuene, cueste lo que cueste, basta ver los miles de voluntarios después de una catástrofe natural.

Pero dicha búsqueda de sentido ya no es un sentido basado en un ideal exterior a ellos, presentado desde el poder, frío y distante, como moralidad y disciplina desencarnadas, que busca construirse de información y formación a partir de una base de sacrificio (divino, laico, político…), sino de una conjunción de placer y sentido de vida. Algo que para las generaciones del siglo XX es imposible de considerar, de mezclar, como agua y aceite, ya que a ellos les enseñaron a pensar el trabajo y el estudio en relación con el sacrificio y el dolor y no con la diversión y el placer. 

A estos niños y adolescentes ya no podemos decirles chiflados, rebeldes, desinteresados, como aquellos adolescentes y jóvenes del siglo pasado, que obtenían su identidad en relación a un referente único (bueno/malo; rebelde/disciplinado; inteligente/idiota), sino mutantes, singulares, únicos, atípicos, creativos polifónicos, nativos electrónicos que están todo el tiempo en el presente, y que si en algún momento parecen inatentos o despojados de todo interés sobre un asunto del mundo de antes y sus objetos, es debido a la amplitud de focos o intereses aún no realizados en sí mismos, que si bien no están exentos de dificultades, problemas y crisis en el camino de la construcción de modelos nuevos de articulación de esa amplitud de elementos en su vida, no podemos negar sus nuevas subjetividades, sus aportes constantes -si tenemos oídos nuevos para oír lo nuevo- para poder amplificar nuestra comprensión de este nuevo mundo que todos habitamos.

camilormz@gmail.com

 



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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