banner edicion impresa

Opinión Editorial


Don Eugenio


Publicación:23-09-2019
version androidversion iphone

++--

Pedro Salmerón, tristemente pasa a la historia por llamar “jóvenes valientes” a los asesinos de don Eugenio Garza Sada y con más pena que gloria dejó la dirección del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).

Cuarenta y seis años han pasado desde el lamentable deceso de don Eugenio y más que seguir cediendo espacios a gente como Salmerón, que ni siquiera lo merecen, me gustaría dedicar este ejercicio editorial  al gran filántropo y visionario hombre que fue don Eugenio.

Hijo de don Isaac Garza y Consuelo Sada Muguerza, nace en 1892. Estuvo casado con Consuelo Lagüera Zambrano y tuvieron ocho hijos: Eugenio, Alejandro, Alicia, Gabriel, David, Marcelo, Consuelo y Manuel.

Gracias a una educación esmerada, destacando su preparación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), llegó a ser el presidente del holding que manejaba el conglomerado de Valores Industriales, VISA y entre otras muchísimas cosas, junto con otros empresarios apoyó el nacimiento del Tec de Monterrey.

Nada nuevo hasta ahora en mi relatoría, para quien conoce la trayectoria de este gran ser humano que perdiera la vida a manos de la liga 23 de septiembre, el 17 de septiembre de 1973.

En alguna de mis participaciones para la realización de suplementos especiales en esta casa editora, me tocó trabajar en un la narrativa de los sucesos que rodearon al asesinato de don Eugenio.

“Silencio, llanto e ira  por el asesinato de don Eugenio”, fue la cabeza, a ocho columnas, de esta nuestra casa El Porvenir, en su edición del 18 de septiembre de 1973.

Entre otras “curiosidades” que me gustaría compartir al respecto de aquella fecha, destaco que la conmoción fue tal, que más de 100 mil trabajadores pararon actividades por algunas horas en señal de dueño.

Carlos Torres Manzo, secretario de Industria y Comercio, y Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación, llegaron como avanzada de la representación presidencial para rendir las condolencias a la familia.

A los servicios fúnebres que tuvieron lugar en la iglesia La Purísima y en el panteón El Carmen, acudieron más de 250 mil personas.

Alumnos del Tec de Monterrey le rindieron homenaje póstumo a don Eugenio.

La policía Judicial del Estado sostuvo la hipótesis de que el atentado se planeó desde 1971, es decir, dos años antes.

El presidente Luis Echeverría Álvarez acudió a los servicios funerarios y por decirlo elegantemente, aguantó la “embestida” de Ricardo Margáin Zozaya, quien en el mensaje de despedida a don Eugenio, dijo que “sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad, cuando el estado deja de mantener el orden público”.

A cuarenta y seis años de la  despedida terrenal de don Eugenio, cada uno de nosotros puede ser testigo de su legado.

No sólo creó miles de fuentes de empleo, también generó bienestar y se preocupó y ocupó de la cultura y de la preparación de las nuevas generaciones.

Las balas acabaron con su vida, pero no con sus obras. Y morir con obras es trascender, es como vivir para siempre.

Comentarios: nelly.cepedagzz@gmail.com

 

 



« Redacción »