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Opinión Editorial


El informe presidencial


Publicación:02-09-2019
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Ayer domingo primero de septiembre, tuvo lugar la entrega del informe del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), al Congreso legislativo nacional. Como parte del ritual, una herencia priista denominada el Día del Presidente, AMLO llevó a cabo un discurso a la nación en Palacio Nacional, donde asistieron alrededor de 300 invitados para escucharlo y acompañarlo.

El primer informe se convirtió en el tercero, ya que anteriormente dio un par de discursos, uno a 100 días de iniciar el gobierno, y otro el pasado 1ero de julio con motivo de su triunfo en las elecciones; formalmente ante el Congreso es el primer informe, además, la comunicación política del presidente es diaria a través de sus conferencias de prensa matutinas, lleva  a la fecha  198, lo cual lo convierte en el único mandatario con una actividad similar, y probablemente entre al Guinness Book si sigue con este ritmo de trabajo.

Independientemente de que coincidamos o no ideológicamente con AMLO, lo que podemos observar a partir de este primer informe es que su imagen y sus bonos políticos siguen a la alza, con un 70% de aprobación; seguramente la comunicación política que mantiene, de manera permanente, con la población le han ayudado a lograr este éxito en cuanto a la percepción de los encuestados.

En contra de todo vaticinio respecto a la eficacia de la conferencias “mañaneras”, considerando que sería un formato que lo llevaría a un desgaste prematuro en cuanto a su imagen, y especialmente al convertirse él mismo en su propio vocero oficial, en contra de todo ello, las mañaneras pueden ser un elemento clave en el éxito que ha logrado a lo largo de estos 275 días de gestión. La Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León debería proponer  un proyecto de investigación sobre comunicación política efectiva respecto al fenómeno de las mañaneras; considerando para ello que AMLO no es precisamente un orador destacado: habla despacio, su dicción es precaria, su respiración no impulsa la voz recayendo la fuerza de la misma en la garganta, entre otros aspectos que no dejan de llamar la atención para un proyecto de esta naturaleza, especialmente la narrativa por él creada y sostenida de manera cotidiana.

Estos primeros nueve meses de gobierno expresados como momento clave en su informe de gobierno, marcan el cierre de la curva de aprendizaje inicial que lleva toda administración al comenzar  su gestión; los errores están allí: la desconfianza de los inversionistas, el cierre de guarderías, la pérdida de presupuestos para la investigación científica, la falta de suministro de medicamentos, la entrada descontrolada de migrantes, la falta de lucha frontal a cárteles del narcotráfico y grupos del crimen organizado, entre otros. Esta curva de aprendizaje marca el inicio de una responsabilidad total por lo que ocurre, ya no se puede seguir culpando a las administraciones anteriores, aunque los problemas hayan surgido por decisión u omisión de éstas; ahora a la 4T le toca asumir la responsabilidad de sus propios errores, y también de sus logros.

Son estos últimos, los que mantienen la esperanza de la población en la 4T: la lucha contra la corrupción, contra el huachicoleo, el desarrollo de programas sociales para el bienestar, la austeridad republicana, la disciplina fiscal… AMLO sigue alto en la aceptación de la gente, y no sólo del pueblo, el lograr un acercamiento reciente con los empresarios, el respaldo de Carlos Slim a su proyecto de desarrollo económico, es el mayor símbolo de confianza que se puede transmitir a los inversionistas; Slim es el paradigma del éxito empresarial, no puede haber ninguna otra persona que sea referente en la capacidad de realizar negociaciones exitosas tal como lo es Slim; y su presencia fue destacada por AMLO en su discurso, junto con la de otros empresarios allí presentes.

AMLO ha pavimentado el camino para recuperar la confianza para la inversión en México, al menos ha dado el primer paso en esa dirección, y esto es muy positivo ya que la economía nacional se encuentra en un estancamiento preocupante.

El tema económico y el de seguridad son los dos talones de Aquiles de la 4T; AMLO con su habilidad de persuasión ha logrado avanzar respecto a la confianza relativa a la inversión económica, además de la disciplina fiscal ya mencionada, la austeridad republicana y la lucha contra la corrupción, que han permitido que la economía sobreviva ante los escenarios de riesgo que existen en este ámbito.

El otro tema es el de la violencia y la inseguridad que vive el país; la Guardia Nacional y la legislación aprobada para su respaldo jurídico, representan una base sobre la que se tiene esperanza; otro aspecto que AMLO ha modificado es la visión ideológica de los grupos criminales, especialmente las autodefensas convertidas en policías comunitarias, como expresiones legítimas del pueblo, que en realidad sirven a los cárteles y grupos del crimen organizado; ahora sabemos que no habrá dialogo con las autodefensas, ni con los grupos criminales,  lo cual es acertado, éstos deben ser combatidos de manera frontal por el estado, aplicando y haciendo valer la ley; no puede haber ningún estado fallido, al contario se debe fortalecer con ello el estado de derecho.

Mientras la 4T sigue subiendo como la espuma, la oposición política se encuentra pasmada, sin encontrar cómo resolver el “acertijo AMLO”, es decir, identificar cuál es esa debilidad, esa falla u omisión, con la cual desacreditarlo. AMLO posee su secreto, una lección de liderazgo que los opositores no logran descifrar, y es que AMLO ha ido a la raíz del liderazgo como fenómeno político, a su esencia primaria: el liderazgo es originariamente un fenómeno moral. Los opositores no han dado con la calve del éxito del presidente, porque no han reparado en este aspecto intrínseco al fenómeno del liderazgo, y que AMLO se los revela una y otra vez, cuando dice de manera insistente: hay que tener congruencia moral, soy un hombre de palabra, el líder requiere autoridad moral, principios, ética.

El éxito del liderazgo de AMLO está a la vista de todos, es como la carta robada de Edgar Allan Poe, está allí sobre la mesa, pero por su aspecto arrugado y vetusto, nadie repara en ella; lo mismo pasa con el secreto de AMLO: volver a la moral, a los principios, a la ética; esa es la clave de todo éxito de gobierno, pero los políticos, especialmente los de oposición, no pueden reconocer algo tan básico. ¡Por algo será!

Ganador y perdedor:

El ganador del Día del Presidente, fue el secretario de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, quien fue reconocido por el presidente AMLO como un gran artífice de los logros con el sector empresarial. El gran perdedor fue Marcelo Ebrard, quien a pesar de su buen desempeño en política exterior, no se le consideró de igual manera, ni siquiera se le mencionó; partiendo  del supuesto que es más difícil negociar con Donald Trump que con Carlos Slim, parece existir una asimetría en el trato que da AMLO a ambos secretarios.

 

 



« Redacción »
Arturo Delgado Moya

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